Los tres reyes malos

Tomadura de pelo absurda y sin gracia que recoge sin orden ni concierto algunos tópicos navideños (Dickens y Capra incluidos) y los mezcla sin compasión con otros tópicos, los de las llamadas comedias gamberras que se empeñan en moralizar sobre el tema de la madurez.

Da la impresión de que los cuatro guionistas (¡cuatro!) han ido colocando sus ocurrencias sin que al director (el joven Jonathan Levine) le dé tiempo a ponerlas en orden y, sobre todo, a cribarlas.

La película abre numerosas líneas y no concluye ninguna y, fiel metáfora de la noche que espera a los protagonistas, el guión se convierte en una coctelera donde creen que cabe todo: drogas, alcohol, vómitos, peleas, prejuicios religiosos, dopaje, redes sociales, miedo a la paternidad, cuñados, éxito sin digerir y, por si fuera poco, Miley Cyrus.

Al final, entre tanto despropósito y seguro que sin querer, cuando por fin el film concluye, encontramos un interesante detalle sobre el valor de la sinceridad. Está claro que la Navidad tiene el poder suficiente como para hacer que entre tanto mediocre sin sustancia, brote, aunque solo sea un poquito, un pequeño destello de verdad.

Firma: Esther Rodríguez