Luces rojas

Rodrigo Cortés empezó con solidez escribiendo y dirigiendo la cómico-trágica Concursante (protagonizada por Sbaraglia), para lograr tres años después el reconocimiento internacional con Buried; ese comercial ejercicio de dirección de ultratumba entre vivos. La taquilla y algunos festivales le han permitido subir el presupuesto y los niveles de producción en su siguiente y presente film.

Avalado por un cartel de actores de peso como de Niro, Weaver, Murphy o Jones, Cortés ha filmado en muchos escenarios de la ciudad condal una historia de terror ambientada en la norteamérica lluviosa. Parece que los directores españoles han sustituido como fuente de pavor a los orientales, que ya hicieron las delicias de las butacas de grandes sales a finales de los 90 y principios del nuevo milenio.

Luces rojas se toma su tiempo en la presentación del conflicto y los personajes, y lo hace con estilo, a través de una ambientación muy bien trazada y de elegante escenografía y coordinado trabajo de producción. Llega algo tarde al nudo de la cuestión; y eso provoca un último tramo apresurado, obligado a explicaciones rápidas y poco aceptables por el espectador, con un final (no hay que dar detalles de subidas de telón) de cuestionable lógica dentro del guión.

Como Simon Silver o Leonardo Palladino, el director gallego ofrece espectáculo. Quizá puestos a pensar, se encuentran algunas reflexiones sobre la realidad más allá de la material y sobre el mundo de las estafas esotéricas, pero sobre todo se trata de un espectáculo de emociones, sustos, sospechas y misterios que descubrir. Todos ellos elementos clásicos configurados una vez más en un film eficaz visualmente, y cuestionable narrativamente.

Firma: Lourdes Domingo