Más allá del amor

La novela de Scott Spencer ya pasó en 1981 por la cámara de Franco Zeffirelli, con Brooke Shields como protagonista. Ahora Shana Feste moderniza un relato, supuestamente de amor imposible, que carecía de bastante interés en su momento y que ahora lo hace por completo. La directora y guionista, unida a una de las libretistas de Gossip girl, agua un poco más lo que había de consistente en El mejor o Country strong y elabora una historia más plana que un capítulo de la citada serie.

No se puede añadir ni más azúcar al pastel ni más drama con calzador a unas tramas que se componen de rubias melenas al viento (a cámara lenta, por supuesto), baños en el lago, fuegos artificiales (metáfora involuntaria del film) y un sinfín de clichés, como las relaciones sexuales tras una única cita que se convierte en amor eterno, todo musicalizado con tan poco estilo que resultan casi una parodia. Lo mismo puede decirse de la encorsetada subtrama de padre autoritario que mina la autoestima de todo el que se encuentra por delante.

Shakespeare no se merece esto (por las “soterradas” alusiones a los amantes de Verona) ni tampoco los adolescentes a los que se dirige Más allá del amor. Con una pizca de confianza en su inteligencia (algo que aquí no se percibe), se podría haber enriquecido el conflicto con elementos más allá del culebrón juvenil y el culto al “joven bello”. Al menos, los clásicos apoyaban estas figuras con elementos épicos. Al menos, Elia Kazan o Nicholas Ray lo hacían con aspectos más psicológicos y sociológicos. Aquí, sólo se apoyan en el efecto ensimismado y en copiar otros relatos similares, de bajo relieve, para esculpir otra mala copia carente de alma y personalidad.

Firma: Lourdes Domingo