Mátalos suavemente

En 2007 Andrew Dominik sorprendió con una bella e inquietante revisión de la historia de Jesse James y Robert Ford. Cautivó con un western de escasas palabras y contadas acciones. Brad Pitt era uno de sus protagonistas y también productor, papeles que repite en Mátalos suavemente. A partir de la novela de Ron Hansen, el director neozelandés convirtió lo que había sido siempre una historia romántica y legendaria de la tardía etapa fundacional de Estados Unidos en una crítica visión de las relaciones entre delincuentes, más sucias y cercanas a la mafia que las retratadas en los westerns clásicos.

En su tercera película, Dominik sigue con los fuera de la ley y adaptando novelas. El texto de George V. Higgins (autor de brillantes diálogos y objeto de otras adaptaciones al cine como El confidente) es la base para otro vapuleo a cierta filosofía gubernamental. La frase de Cogan “América no es un país, es un negocio” no sólo lidera la promoción del film sino que refleja lo que Dominik transmite en el guión.

De hecho, quizá lo mejor de Mátalos suavemente no sea la caracterización de personajes entre lo trivial –el sexo, la bebida, las risas entre amigos- y lo sustancial -la vida, la muerte y cierto sentido de la lealtad-, pues es algo ya visto en otras películas de gángsters urbanos y contemporáneos. Quizá lo más acertado y original es que Dominik abandona la voz en off para substituirla por la voz de la radio o la televisión. Los mensajes, comentarios y discursos de la campaña electoral Obama-McCain escuchados a través de los medios de comunicación funcionan como subtrama, justamente, de fuerte subtexto y ligados a lo que sucede en esa secuencia.

El reparto cargado de actores de peso, no sólo por el televisivo y sopraniano James Gandolfini (en un papel casi de autorreferencia), sino por todos los principales. A pesar de ser caras muy conocidas y que han visitado muchos personajes, Pitt, Liotta, Jenkins y Shepard (en un papel de pocos planos) convencen y anclan mejor una historia a la que le sobra mucha zafiedad (denigrante en sus referencias verbales a la mujer) y le falta algo más de ambición en su propuesta.

Firma: Lourdes Domingo