Mine

Fabio Resinaro y Fabio Guaglione dirigen su primer largometraje con el objetivo claro de llamar la atención respecto a las coordenadas de espacio y tiempo. Es decir, a los pocos minutos de arrancar la película, el espectador se encuentra encerrado en un desierto y, algo más tarde, también encerrado en la mente del protagonista.

Sin tapujos, los Fabio reconocen que se miran en el Buried de Rodrigo Cortés para crear ese efecto claustrofóbico en el público, mientras gestionan el suspense al límite con una estrategia similar: alimentar la trama principal con diversos conflictos pequeños, muchas veces articulados a través de objetos y, otras, a través de recuerdos.

La cuestión es que esto no siempre funciona. Algunos de esos elementos se encallan y resultan artificiales; otros se dilatan demasiado en el tiempo, con lo que pierden capacidad de tensionar; otros se ahogan por una música omnipresente que adelanta el sentido y resolución de la escena que acaba de empezar; y otros, en especial, los de estructura paralela tipo flashback o alucinación, juegan en exceso a trampear con el espectador.

Fabio Resinaro y Fabio Guaglione no fracasan del todo. Se trata de su ópera prima. Es verdad que han arriesgado mucho en las formas y eso se ha notado en la fuerza del guion, lo mismo que ese subrayado emocional con pretensiones de autoayuda. Sin embargo, si se observa como un ejercicio ligero de cine puesto entre paredes (aunque sean las del desierto de Fuerteventura), y no se espera más que una pieza que entretenga con adornos reflexivos en versión beta, pues bienvenida sea.

Firma: Lourdes Domingo