Misericordia: los casos del Departamento Q

Misericordia: los casos del Departamento Q se basa en una serie de novelas escritas por Jussi Adler-Olsen, otro de los numerosos autores de misterio escandinavo tan en boga en los últimos años. Su trabajo comparte con ellos una trama bien tejida, momentos de máxima tensión y personajes atractivos con un perenne gesto de úlcera de estómago, que deambulan en ese ambiente húmedo, gélido y oscuro, con un punto sórdido y rígido.

El encargado de llevarla a la pantalla han sido Mikkel Nørgaard y Nikolaj Arcel, dos habituales de las series de televisión, dato relevante para comprender lo mejor y lo menos bueno de su adaptación fílmica. Ambos tienen oficio, mantienen el interés y saben elevar la tensión en momentos clave logrando grandes escenas como la del sanatorio, cuando el hermano de Merete reconoce la foto.

Aciertan también en la recreación de los ambientes, oscuros y poco atrayentes, favoreciendo una atmósfera opresiva y negativa donde se encuentre a gusto ese mal que que acecha tras cualquier esquina.

Lo que no encontramos en Misericordia (tampoco creo que se le pueda exigir) es nada original. Todo suena a muy visto, con ese detective malencarado que ya conocemos desde el Philip Marlowe de Humprhey Bogart, con sus enfrentamientos con la superioridad y su desastrosa vida sentimental. El caso es intrigante y no da tregua ni respiro, pero está compuesto de diferentes elementos de otras muchas historias. En este sentido, lo más lamentable es cuando cae en algunos recursos fáciles propios de las series de televisión (de hecho, parece un capítulo piloto), como las dos instantáneas eróticas metidas con calzador, o el momento de sentimental colegueo en el hospital con una débil música de piano de fondo.

Sin embargo, como decía en un principio, no se le pueda reprochar nada en cuanto a la solidez del trabajo realizado y su eficacia como entretenimiento.

Firma: Esther Rodríguez