Morgan

El hijo de Ridley Scott debuta como director de largometraje en un producto avalado por su progenitor y muy heredero, precisamente, del espíritu de Blade runner. El guion, de un autor casi novel, presenta una primera parte bastante analítica sobre la Inteligencia Artificial y sobre la concordancia entre emociones, respuestas y toma de decisiones, mientras traba un suspense elegante y siempre basado en decir poco y mirar mucho.

En esa labor, Kate Mara (Marte) y Anya Taylor-Joy (conocida por su papel en la inquietante La bruja) ejercen de grandes maestras de ceremonia, pues controlan muy bien su capacidad para el gesto en una escenografía muy significada de principio (los espacios cerrados y herméticos, en general muy tecnificados) a fin (la naturaleza abierta).

Justo, esta analogía artificial-natural se repite continuamente, también a través de planos detalle y a modo de metáfora resumen de la película. Sin embargo, la capacidad de sugerencia y la plausibilidad con la que se despliega la primera hora se pierde en la segunda. Ahí nos encontramos con un cierre mucho más canónico respecto a un esquema de trama de acción, en el que la violencia cobra mucho protagonismo (más como reclamo comercial que como elemento sustancial del discurso socio-antropológico del film) y en el que asistimos a varios momentos un tanto inverosímiles.

Así pues, las prisas marcan un desenlace que, sin dejar de ir hilando alguna idea sobre el mito prometeico en la sociedad ultracapitalista, sí que deja la mesura e incluso parte de su personalidad inicial en el camino. No obstante, en el conjunto, resulta un thriller con ritmo e interés suficiente para un público que no siempre encuentra ambas cosas en un producto de acción.

Firma: Lourdes Domingo