Niko 2: Hermano pequeño, problema grande

La nordeuropea Nico, el reno que quería volar ya marcó, desde su primera parte, un estilo de fábula que podría considerarse una mezcla de Rudolf y Ice Age, con cierta reminiscencia visual de Bambi. La animación, más que aceptable para tratarse de una propuesta ajena a la meca del cine, da vida a unos personajes que, más allá de enfrentarse al típico conflicto enemistad-secuestro-rescate-reconciliación, escenifican a los ojos de los niños europeos una faceta imprescindible del posmodernismo cinematográfico: la familia desunida.

Los padres de Niko ya estaban separados, pero ahora se toca el tema de unas “segundas nupcias”, con hermanastro incluído. Al final de la película (siento el spoiler), Lenni, el segundo padre, consigue integrarse perfectamente y formar con Niko y su madre una nueva familia feliz, dejando al primer padre volando, libre de responsabilidades, con el resto de renos de Santa Claus.

¿Todo esto en una película para niños? No es el que el asunto no sea algo actual o que debe obviarse, sin embargo embutirlo a la fuerza en una película de guión y estética tan infantil parece un ejercicio de prepotencia y aprovechada situación de desigualdad para los más pequeños. A esto se suma que, precisamente, el desarrollo del conflicto no es elegantemente sutil o poliédrico en posturas o puntos de vista.

Así que, a pesar de una notable mejora en la animación y un valiente y precioso alegato a favor de la tercera edad y la convivencia intergeneracional, Nico suena tan políticamente correcto que pierde encanto y valor.

Firma: Josepmaria Anglès