Nunca es demasiado tarde

Uberto Pasolini pasó de la producción (Full Monty, entre otros títulos) a la dirección en 2008 con Machan (no estrenada todavía en España). En Still life, se arroga de nuevo y en solitario las tareas de guión y dirección, con un resultado en el que se nota, precisamente, la unicidad del proyecto y la coherencia de todos los elementos para expresar lo que se quiere.

Pasolini, que logró 4 premios en Venecia 2013, asume el pavor a la muerte ajena y lo que conlleva, en la sociedad contemporánea cosmopolita. Cuerpos como trámites de los que deshacerse cuanto antes; funerales como obligaciones onerosas o de esforzada competencia emocional, que implican salir de uno mismo; o el reencuentro con heridas del pasado están flotando en cada uno de los casos que John May lidia con meticulosa y particular humanidad y profesionalidad.

La fotografía, los encuadres y su puesta en serie permiten al espectador adentrarse, poco a poco, en el universo que plantea Uberto Pasolini. En éste, domina el plano fijo, sin prisa por encadenarse y condensado por una iluminación especialmente blanca. Eddie Marsan logra que su físico, sobre todo su específico rostro, maneje con singular dominio un registro entre el misterio, la compasión y la evidencia. El cambio y los efectos que introducen los nuevos alimentos, previo a otras emociones de mayor calado, es un ejemplo de sencillez narrativa cargada de valor.

En este sentido, este cineasta italiano afincado en Londres cierra una película a la que se le pondrían muy pocas y débiles objeciones, como el plano final que no precisaba de esas visibles presencias. No obstante, Pasolini recoge un lastre que remolcamos con pesadez en occidente (la muerte, el duelo, el perdón y la trascendencia) para aligerarlo con poesía, realismo y un fino sentido del humor. De este modo, Nunca es demasiado tarde se convierte casi en una receta médica para ayudarnos a aceptar ese destino que nos iguala a todos, pero que la libertad y la actitud con que lo hacemos cambia no sólo su camino sino su fin.

Firma: Lourdes Domingo