Nunca es tarde

A sus casi 76 años, Al Pacino afronta el final de su carrera con papeles que resultan sugerentes y, por qué no, autobiográficos. En el caso de “Nunca es tarde” interpreta a un viejo rockero, a punto de la jubilación, que se da cuenta de que su vida, sobre todo su vida amorosa, ha sido un continuo desfile de modelos -lo mismo que en la vida del actor- y un verdadero fracaso. Una carta de John Lennon que nunca le llegó, un buen amigo (Christopher Plummer) y, por encima de todo, el conocer a su hijo y a su familia -Al Pacino tuvo tres hijos, aunque nunca se ha casado- dan un vuelco definitivo a su vida.

El guión de Dan Fogelman está bien estructurado con diálogos y escenas que, sin ser excelentes son correctos; la película tiene ritmo, transmite emoción y la banda sonora de John Lennon ayuda a su desarrollo.

Se trata de una buena película que aporta ideas, valores y, sin embargo, la sensación final es que los personajes son de cartón piedra. La redención del viejo rockero fiestero y consumidor de cocaína convertido en adorable abuelito no es verosímil; el papel de directora de Hotel a Annete Bening se le queda corto y desaprovechado; el inexpresivo rostro del hijo (Bobby Cannavale) resta emoción a la trama. Tan sólo se salvan Jennifer Garner, quien sigue bordando sus papeles de madre y esposa entregada; y Christopher Plummer, quien a sus 86 años mejora cada año como intérprete.

Sorprende la nominación de Al Pacino para los globos de Oro, como mejor actor de comedia, en una película que gustará a los amantes del melodrama, y que transmite valores e ideas positivas.

Firma: Llorenç Ramis