Oslo, 31 de agosto

Después de debutar en 2006 con Reprise, el cineasta noruego Joachim Trier ha comenzado a consolidar su nombre entre la crítica especializada gracias a su segundo título como director, que en los últimos dos años ha cosechado reconocimientos y buenas acogidas en diversos premios y festivales europeos.

Pariente lejano de Lars Von Trier, Joachim parece compartir algo más que apellido con el autor danés, y con Oslo, 31 de agosto ofrece un oscuro y doloroso retrato del sufrimiento que tiende hacia corrientes existencialistas en las que abunda el pesimismo. Trier muestra mucha aptitud en la dirección y la construcción de la historia, ofreciendo un trabajado y profundo estudio del personaje a través de una narración que sabe sugerir a través de la imagen y de la palabra, y que introduce vastas reflexiones y complejas figuras a partir de sencillas estampas y conversaciones.

Sin embargo, la cinta se ve lastrada por ese fondo que parece sentir cierta comodidad en su ausencia de luz y de esperanza. La propuesta de Joachim Trier se encamina, en el sentido literal de la expresión, hacia ninguna parte con un deprimente relato que no encuentra nunca trascendencia porque no se molesta en buscarla.

Firma: Juan Xipell