Pena de muerte

Estamos ante el segundo largometraje del actor Tim Robbins (Ciudadano Bob Roberts), que ha vuelto a ponerse sólo detrás de la cámara para dirigir ahora a su esposa Susan Sarandon (Thelma & Louise, Lorenzo’s Oil, El cliente), quien ha ganado merecidament el Oscar ’95 a la Mejor actriz por su magistral interpretación de la hermana Prejean, aclamada también durante la ceremonia de la concesión de los preciados galardones.

Robbins, discutido protagonista de El gran salto y Cadena perpetua, ha demostrado con este notable filme que sabe hacer cine de veras. Su relato fílmico es clásico, de un realismo casi documental; pero su narrativa posee fuerza dramática, al tiempo que logra mantener el interés “in crescendo” del gran público al que su espléndida y comercial película (no se tome como menospreciativo el segundo calificativo) va dirigida. Dead Man Walking toma su título original del mismo tema que canta Bruce Springsteen al final del filme (un “hit parade” antes de su estreno), y viene a ser un equilibrado alegato contra la pena de muerte.

Ciertamente, Robbins rompe una lanza en favor de los condenados a la pena capital, pero se aproxima también al drama de la familia de las víctimas. Asimismo, deja exponer sus razones a unos y otros (ni el sistema judicial ni el penitenciario quedan malparados), a la vez que ofrece una luz de esperanza y de comprensión o entendimiento social. En este sentido, la redención del protagonista se hace a través de la sacrificada actitud de la monja (nada tópica ni sentimentaloide, por cierto), quien “conduce” a su encomendado hacia la fe.

Resulta sorprendente (por su impacto emocional y la inhabitual realidad espiritual que ofrece) la conversión de Matthew cuando la hermana Prejean le habla de que es hijo de Dios. Al igual que la descarnada secuencia de la ejecución, donde el condenado pide perdón a la familia de sus víctimas (tras reconocer su acción y haber rezado por los chicos, le comenta a la religiosa); mientras se siente amado por su consejera. Y el rezo, durante el epílogo, del confuso padre de una de las víctimas al lado de la monja, no sólo resulta conmovedor sino verdaderamente significativo. A pesar de la crudeza de algunos pasajes de Pena de muerte, Tim Robbins sabe hacer uso de la elipsis en la escenas más dramáticas (el “flash-back” del doble crimen y violación), al tiempo que evita el sentimentalismo fácil en aras a una mayor credibilidad de esta historia real (si bien los nombres aparecen cambiados), tan cotidiana en la América actual y que ha reenfocado hoy la labor apostólica de la monja protagonista, autora del relato original. De ahí que declarara el propio Robbins: “El mayor desafío al contar esta historia es no caer en el romanticismo al presentar al asesino convicto y tratar con dignidad a las familias de las víctimas. Si somos fieles a ambos, seremos fieles al libro de la hermana Prejean… Puede tocar fibras sensibles, generar reflexiones polémicas, pero cambiar actitudes (sobre todo global o políticamente) temo que no.”.

Firma: Redacción

Extras DVD:

• Idiomas: Inglés, Castellano
• Subtítulos: Inglés, Castellano