Percy Jackson y el mar de los monstruos

Rick Riordan es un escritor que tuvo la feliz idea de crear unas novelas de aventuras y fantasía para el público juvenil con el telón de fondo de la mitología antigua, principalmente la grecorromana. Así nació la saga de Percy Jackson que ha cosechado un éxito considerable. Era lógico que el tema tentase a Hollywood, y en 2010 se estrenó la entretenidísima e interesante Percy Jackson y el ladrón del rayo, adaptación del primer libro de la saga.

Ahora llega la versión cinematográfica del segundo libro, pero la calidad de la película es considerablemente menor. Ciertamente no es lo mismo que dirija la película un experimentado Chris Columbus, como era el caso de el ladrón del rayo, que un casi novel Thor Freudenthal. El fallo, como casi siempre, lo encontramos en el guión, firmado por un escritor con larga experiencia en televisión pero muy poca en largometrajes y se nota. Tras un planteamiento lúcido e impactante, que consigue enganchar al espectador, la película se convierte en una sucesión de situaciones límite con el consiguiente alivio al sobrevivir, como si cada una de ellas fuera la escena final del film con lo que provoca agotamiento emocional del público.

Sin embargo, a pesar de lo anterior, esta nueva entrega de Percy Jackson es una buena oferta para los jóvenes que quieran ir al cine. Tienen las aventuras, el humor y la acción garantizadas, unos efectos especiales correctos y se identificarán con el “look” adolescente. Lanza además dos buenos mensajes (la aceptación de todos sin mirar las apariencias y el esfuerzo personal para labrarse su propio destino) que, a pesar de estar plasmados de un modo algo simplista, llegan a su público y quizá les calen y los sigan. Por otro lado, el que estos chicos sean fruto de los escarceos amorosos de los caprichosos dioses olímpicos está contado con frialdad académica, podríamos decir, y no empaña en nada el tono amable y simpático del film.

Y en mi opinión personal, el hecho de que para este tipo de cine nos alejemos de una vez de vampiros, demonios y hombres lobo y nos rodeemos de los seres mitológicos de la cultura grecorromana que constituye, con el cristianismo, la base de la cultura occidental, es ya un motivo para recomendar esta película.

Firma: Esther Rodríguez