Plumíferos. Aventuras voladoras

Esta producción argentina viene a competir con las grandes cintas animadas “made in Hollywood”, lo que resulta demasiado ambicioso si no se cuenta con un abultado presupuesto. Para su valoración artística es clave conocer que se trata del primer film en 3D completamente argentino y que, además, se ha realizado en su totalidad con software libre. No es casualidad que la trama incluya una directa alusión al tema creando un malvado protagonista. El Sr. Puertas, magnate del software, pretende, durante lo que dura la historia, enjaular a un delicado pajarillo que sueña con ser libre.

En su conjunto, exceptuando el vuelo de los pájaros, a los personajes les falta soltura en el movimiento y a los escenarios flexibilidad y dimensión, claro que el espectador está acostumbrado a una reproducción animada de la realidad casi perfecta. A pesar de todo, el producto queda digno.  

La historia se desarrolla a diferentes niveles, lo que facilita el entretenimiento. Por un lado, el protagonista preocupado por su falta de originalidad, se enfrenta a la aceptación de sí mismo. Por otro, Feifi, debe abandonar la comodidad de lo conocido para adentrarse en los riesgos y miedos de lo desconocido. En otro plano, más superficial porque se le dedica menos tiempo, colibrí, paloma y murciélago son expresiones de amistad, fidelidad e inconformismo. Fredie, el gato callejero, se suma a los momentos más surrealistas del film con su insistente torpeza y, para acabar, el Sr. Puertas y sus secuaces entran y salen de la trama a su antojo proporcionando los obstáculos necesario para que el guión avance.

Con todo, y a pesar de que la historia incorpora alguna que otra moraleja, lo más destacado de la película son los abundantes y agudos golpes de humor, acertados en su mayoría, que entenderán mejor los adultos que los menores. Plumíferos es, exceptuando algún desliz como la sonora pero invisible paliza al desdichado Fredie, una propuesta para todos los públicos aunque no será, ni de lejos, la mejor de la temporada ni del género.

Firma: Mar Pons