Poveda

Lo primero que destaca de Poveda es que no es una biografía al uso del santo del que la película lleva el título, sino un interesante paseo por tres décadas de la historia de España, de la Iglesia y de la Pedagogía, con sus luces y sus sombras.

Teniendo como hilo conductor las declaraciones del sacerdote detenido, la historia que nos cuenta muestra las vidas, pequeñas y grandes, de toda la gente con la que se fue cruzando en su camino. Poveda, más que el protagonista, parece el anfitrión que permite al público pasearse por las Cuevas de Guadix, por la pujante y provinciana cultura del Jaén de comienzos de siglo, por la milenaria Covadonga o la convulsa Madrid. Y allí, conocer a los niños y su inocencia, los recelos de la curia, el radicalismo de algunos políticos y el compañerismo y amistad de la buena gente que hay en todos los bandos.

Cobra especial importancia en este cuadro el papel de la mujer, que –gracias a las iniciativas y al empeño del Padre Poveda– tendrá un gran impulso en el ámbito de la educación y de la sociedad en general. Queda patente que el esfuerzo en que las mujeres se formen, se independicen económicamente y se conviertan en líderes de la innovación pedagógica, fue labor primordial de este santo y de las pioneras de la Institución Teresiana que fundó.

La claridad de planteamiento y tesis es una de las virtudes de esta película. El guion, estructurado en tres grandes flashbacks, sigue un orden más o menos cronológico en el que intenta plasmar las ilusiones y dificultades del protagonista y, como decíamos al principio, contar las vidas de aquellos con los que se encuentra. Puede resultar algo parco en su información, pero creo que es un acierto no agotar el tema ni llenar el film de datos que harían más farragosa la narración. Dejar patente el talante inquieto, audaz e innovador de Poveda, que creo que es el objetivo del film, se consigue con creces y en ese sentido esta película aprueba con holgura.

Es imposible, a su vez, no percibir cierta rigidez y falta de fluidez en la transición de las distintas escenas. Esto provoca que el film avance a veces a trompicones y esté cerca, en varios momentos, de convertirse en un relato tedioso. El director utiliza aquí con acierto la bella banda sonora de Óscar Martín Leanizbarrutia, como elemento empastador para cubrir los baches de un guion sin demasiada ilación. Del mismo modo, las carencias presupuestarias dificultan algunos aspectos, como un mayor número de extras en las calles, o un maquillaje que muestre mejor el paso del tiempo.

Pero estos puntos negros se superan gracias a la naturalidad del elenco y de las escenas. Todos los actores, sin excepción (aunque Elena Furiase, Silvia García y Miguel Berlanga destaquen por motivos de guion) realizan un magnífico papel fresco y convincente.

Y al trabajo de los actores podemos añadir una fotografía espléndida, que nos deleita con unos impactantes paisajes andaluces, madrileños y asturianos, envueltos en una preciosa música cercana a la tradición española de Joaquín Rodrigo y su Fantasía para un gentilhombre.

De este modo, y referido al cine español, podemos utilizar las palabras del Padre Poveda a Manolo cuando le dice con firmeza que “la luz siempre se abre camino”.

Firma: Esther Rodríguez