Que se mueran los feos

Cae en los mismos lugares comunes de siempre y el guión está repleto de chistes fáciles, donde el sexo es un tema recurrente. Parece que hoy es obligatorio meter -aunque sea con calzador- elementos un tanto irreverentes que no aportan nada a la trama pero sí al tinte de la película.

Machi tiene gracia y Cámara también actúa como sabe, pero se queda un amargo sabor de boca, a pesar de las localizaciones tan bien elegidas y a una banda sonora excelente. Además, da la sensación de que se han elegido algunos actores simplemente como anzuelo para llevar al público a las salas (como es el caso de Kira Miró, que sale apenas dos minutos).

Aunque quiera romper las reglas de muchas cintas actuales -donde los guapos son los que triunfan-, para sacar una de las moralejas más antiguas de la historia de la narración, como es “la belleza está en el interior”, acaba pisando otras enseñanzas básicas como “respeta al prójimo” (por no decir, “no te líes con tu cuñada”).