Sonata para violoncelo

Anna Bofarull dirige aquí su pimer largometraje de ficción. Licenciada en Humanidades por la Universitat Pompeu Fabra y con estudios en dirección cinematográfica en el C.E.C., EMAV y en París (Université Sorbonne Nouvelle), Bofarull quiere aunar dos constantes personales. Por un lado, su pasión por descubrir cómo nace la creación e inspiración artística y, por otro, el cariño a su madre, a quien dedica el film, que padeció la misma afección que la protagonista.

Con este preámbulo, Sonata para violoncelo se desvela como el proceso de detección, asunción y convivencia problemática con esta incógnita médica que es la fibromialgia. A través de Julia, y también de su vínculo con su madre (aquejada de una enfermedad degenerativa), se relaciona el pasado -las actitudes personales frente a los demás, las decisiones en circunstancias claves- con el presente. Ese pulso, impregnado de relaciones frágiles, dolorosas, egoístas o incompletas, se salda con un relato triste y con pretensión descriptiva y detallada de la sintomatología y sus consecuencias.

En un entorno visual marcado por la iluminación blanca y azulada, siempre fría, y una planificación que no tiene prisa por marcharse de la escena, Anna Bofarull es solvente técnicamente y loable en sus intenciones. Sin embargo, el guión retuerce los diálogos para convertirlos, en no pocas ocasiones, en exposiciones esteticistas y teóricas sobre la inspiración, el arte o en solemnes reflexiones vitales.

Aunque gris en su propuesta existencial, la directora afirma que Sonata para violoncelo ha gustado a diversas mujeres que sufren este complicado trastorno. Ahí queda su propuesta.

Firma: Lourdes Domingo