Superpoli en Las Vegas

Esta película no hay por donde cogerla. La primera aventura de Paul Blart tampoco aportó mucho a la Historia del Cine pero al menos tenía un guión que, sin dejar de ser sencillo y plano, ofrecía un relato divertido y con una cierta cohesión narrativa.

En esta segunda entrega el desvarío es constante y la inverosimilitud reina en todo el metraje. No se entiende el robo, ni la distribución de las habitaciones, ni la multitud de secundarios, algunos muy simpáticos, que pululan por el hotel acabando de liar aún más la trama que, para colmo, es bastante sosa.

Es de agradecer que en Superpoli en Las Vegas no encontremos la sucesión de tacos, bromas escatológicas y chistes morbosos que suelen abundar en estas producciones. El problema es que tampoco encontramos ni coherencia ni gracia.

Hay algún acierto, por supuesto, como la pelea encarnizada entre los matones mafiosos y los desastrosos guardias de seguridad, aunque eso no vale para salvar el film. Y bien que lo lamento porque el personaje interpretado por Kevin James, un gordo simpático, tontorrón y bienintencionado se hace querer. No se puede criticar a alguien que proclama (y demuestra) que su lema es “hoy tengo alguien a quien ayudar”. Lástima que nadie le haya ayudado a él a confeccionar un guión con un mínimo de consistencia.