The Party

Contar con un puñado de grandes actores y dotar a los personajes que deben interpretar de unas fuertes personalidades y una agudeza verbal fuera de lo común revela la capacidad de Sally Potter para crear casi de la nada un impactante y entretenido drama.

Si además hacemos pivotar la trama, con todos sus factores emocionales e intelectuales, en torno a una revisión de los ideales revolucionarios por los que luchó la élite burguesa e intelectual que ahora se enfrenta a una inminente jubilación, The Party se postula como una de esas obras de culto que podrían pasar a la historia. Como vemos, es mucho lo que promete pero, en realidad, poco lo que aporta.

La primera sensación negativa es la de no estar en el lugar adecuado, es decir: tanto el guion, como la puesta en escena, como las ampulosas maneras de los (indudablemente) excelentes actores, son más propios de un escenario y se hubieran disfrutado mucho más con la cercanía que ofrece una sala de teatro.

Sally Potter juega con la fotografía en blanco y negro y con una iluminación de fuertes contrastes que, unida a los violentos picados de la cámara, intenta sumergirnos en un universo fílmico cercano al Expresionismo. Sin desmerecer el trabajo de los técnicos, no es suficiente para quitarnos la sensación de que en cualquier momento va a caer el telón y cambiaremos de acto.

La historia está cargada de emoción e intensidad y salpicada de constantes detalles de humor. Es un lujo admirar las interpretaciones de todo el elenco, en especial de Kristin Scott Thomas, que domina la pantalla, aunque solo sea por su carácter de protagonista. Sin embargo, en aras no sé muy bien de qué, la trama va adquiriendo progresivamente un preocupante tono de opereta. Las relaciones personales y los supuestos ideales de crítica social y política se reducen a una mera excusa para unos enredos e intrigas más propios del vodevil que de una película inicialmente intelectual. Que apenas dure una hora larga se revela al final como lo mejor del film y una confirmación tácita de su falta de equilibrio.

Firma: Esther Rodríguez