The skeleton twins

El cine sobre hermanos no es algo muy frecuente en la gran pantalla. Las historias que vienen de Estados Unidos están mucho más obsesionadas con la figura del padre (ausente o terriblemente presente) que con los vínculos fraternales y, evidentemente, cuando se deciden a retratarlos, el “pater familias” no sale indemne. En 2007, Tamara Kenkins se atrevió con dos hermanos distanciados que deben hacer equipo para cuidar a su padre dependiente. Como Hansel y Grettel, así de perdidos iban por el bosque urbano Wendy y Jon Milo y Maggie, 7 años después de ese film, demuestran que la cosa ha ido a peor.

El guión, que fue premiado en el Sundance 2014, construye unas tramas ácidas (tragicómicas) que arrancan en un doloroso pasado, que se huele pero que no se desvela bruscamente. Aunque eso sí, la brusquedad afectiva domina, junto con la mentira, las vidas de estos mellizos marcados por el miedo al fracaso, a la mirada y opinión ajena y a ejercer una sana libertad.

Johnson y Heyman manejan muy bien los hilos de los diálogos, resbalan en algunos giros y coincidencias algo forzadas, y saben dotar a la película de esa estética, también sonora, liviana y a ratos pretendidamente solemne que tanto le gusta al cine indie del Sundance. Como es habitual en la visión cínica que domina este tipo de filmografías, las desastrosas consecuencias de una vida cuyo epicentro es un confuso hedonismo y un nihilismo disfrazado de broma no encuentran un cambio de dirección ni una solución. Estatus quo. Una locución tristísima para lo que suponen las experiencias de estos alocados hermanos.

Firma: Lourdes Domingo