Smoke

Basado en una sólida historia y el guión original escritos por el especialista Paul Auster (quien figura como co-autor del filme en los títulos de crédito), el cineasta de Hong Kong inmigrado en USA Wayne Wang ha realizado una de las mejores películas de la temporada 1995-96, que ha sido celebrada por el espectador intelectual de forma creciente. De ahí que el “boca a boca” haya llegado al gran público joven, que forma largas colas en las salas donde se exhibe en versión original y también doblada. Estamos, sin duda, ante una obra maestra del nuevo cine norteamericano, ahora de manos del autor de El Club de la Buena Extrella.

Mucho más pulido que en ese filme, el joven Wang (que se rebautizó Wayne en homenaje al popular “duro” de la pantalla) demuestra que sabe hacer cine de veras. Así, el no menos duro Harvey Keitel (Bad Lieutenant, Pulp Fiction) ofrece un impresionante recital interpretativo, bien secundado por el sensible galán William Hurt y una serie de rostros bastante conocidos y muy espontáneos, que logran dar autenticidad y entidad dramática a la narración. “Smoke” no presenta una crítica al tabaco, sino que se refiere más al humo que envuelve la vida (es muy significativa, la historia que cuenta Benjamin al principio); así como a lo que cabe descubrir tras él. De ahí la humanidad que rebosa a lo largo de toda la triste historia, junto al ánimo de redención de los protagonistas.

Unos personajes que sufren y se sienten queridos o “comprendidos” por los autores (en este sentido, la cámara de Wayne Wang viene a ser como un microscopio de unas vidas a la deriva), pero que pretenden sobrevivir honestamente. El resultado de esta importante obra artística es, pues, una entrañable mezcla multicultural delante y detrás del objetivo (espléndida resulta, asimismo, la secuencia en que Auggie Wren muestra sus fotos a Paul Benjamin). Con un director chino, un guionista de origen judío y actores negros y blancos, americanos, hispanos y caucasianos, Paul Auster y Wayne Wang hacen una película (según este último) “donde diferentes culturas cohabitan de forma natural. Nada que ver con política; trabajando en contra de los esteriotipos”.

Ciertamente, la solidaridad entre los humanos es otra de las virtudes del filme, que tiene su culminación en esa verdadera historia de Navidad que publicó Auster en The New York Times, en 1990, y que primero cuenta Wren a Benjamin en un bar y después se evoca en imágenes en el antológico epílogo de la película. Obra no exenta de cierta dureza, en situaciones y diálogos, todos resueltos con magistral corrección, que denota a un cineasta con personalidad. De ahí que Wang ganara el Festival de Berlín ’95 y ya tenga la aceptación del público que sabe mirar y captar su fina ironía, el agudo retrato social y de mentalidades que ofrece, junto al toque de cinéfilo que destila un filme que también habla de amistad y lealtad, del dolor y de esperanza.

Al poco, se estrenó una secuela de este filme, Blue in the Face (1995), escrito y realizado por los mismos Paul Auster y Wayne Wang, que recoge el estanco y al protagonista Harvey Keitel en otra historia cotidiana llena de invención, humor y espontaneidad.

Firma: Redacció

Extras DVD:

• Audio: inglés, español
• Subtítulos: inglés, español