Todos queremos algo

Richard Linklater (Boyhood, 2014) vuelve para plasmar sus recuerdos de juventud al ritmo de Blondie, Kool and the Gang y los Dire Straits en esta película con apariencia de tv movie de serie B. Después del rodaje, que empezó dos años atrás, logra llegar a las pantallas esta revisión de los 80 al estilo de su Dazed and confused del 1993.

Los protagonistas son gamberros preuniversitarios, interpretados por caras desconocidas y otras ya maduras (al actor fetiche del director, Ethan Hawke, le ha ido por los pelos) dentro de un amplio reparto. Todos ellos se ponen en la piel de personajes que sólo quieren beber, ligar, bailar y poco más en un ambiente de universidad donde reina la promiscuidad, el alcohol, las drogas y el sexo, omnipresente en toda conversación, como si no hubiera otro ideal en dichos cerebros adolescentes. A parte de algún gag de o la gracia que pueda tener para los (hombres) románticos de los 80 recorrer las distintas fiestas hippies, punk o country, ahí se acaba todo el argumento de la película.

Entre tanta patilla y desfase sobresale la aspiración del protagonista, Jake, que se distancia un poco de esa movida en busca de una relación romántica y estable con la única chica de la película que, aunque reducida a unos shorts como todas, piensa un poco. Entre la obsesión por el desmadre, también resaltan algunas reflexiones vitales sobre la indefinición de identidad que va planteando cierto personaje caricaturesco. Y eso es lo que de alguna manera salva a la película de no ser más que un excesivo y ligero retazo videoclipero de la jauja universitaria americana en sus momentos culmen.

Firma: Begoña Arribas