Toro

A partir de un guión de Rafael Cobos (guionista habitual de Alberto Rodríguez en La isla mínima o Grupo 7) y Fernando Navarro (Anacleto: agente secreto), Kike Maíllo retorna a la dirección tras el éxito y solvencia de Eva.

Toro no irrumpe como un cine novedoso. Quizá lo pretende, sobre todo por la solemnidad algo impostada con la que se dejan caer algunas réplicas y la composición escenográfica de algunas secuencias.

Sin embargo, el logro del film está en vehicular con ritmo una historia de esas ya vistas –sobre todo en el cine americano de los años 80– sobre relaciones fraternas y paternas de substitución y sobre corrupción de baja escala, que busca convertirse en una especie de crítica a un modelo económico-social.

Todo esto se consigue con un pastiche visual y referencial bastante extraño, donde todo va encajando, al menos para pasar el rato, sin originalidad pero con una efectividad medida. Desde la imaginería religiosa de cofradías (que respira algo de esa dinámica paradójica de El Padrino de Coppola); pasando por la marquesina del toro y la imagen de la daga y la estocada; hasta el acompañamiento musical se mezclan con una fotografía de filtro instagram y de cómic, que también se interrelaciona con la ralentización dramática de la imagen y un gusto también setentero y ochentero (como las persecuciones muy bien rodadas y montadas) por la exageración de las arquitecturas.

En ese recorrido, Maíllo y compañía arrastran al espectador por un guion sobre segundas oportunidades, redención, lazos de sangre y ambientes algo sórdidos con algunas válvulas emocionales que funcionan y otras que chirrían o sobran.

Firma: Lourdes Domingo