Transeúntes

En Transeúntes, rodada durante dos décadas, e inicialmente en 35 mm, es la tercera cinta como director del castellano Luis Aller después de Barcelona, lament y el cortometraje El sistema de Robert Hein. En ella se aúnan todos los soportes, formatos y texturas y con más de cien personajes que se cruzan y se pierden en innumerables localizaciones de la ciudad.

Falta de trabajo, celos, violencia, sexo, infidelidad, mendicidad, hipocresía, subyugación, pobreza, incultura…Todas las miserias de la gran metrópoli -ocultas unas, en primer plano las otras- hasta la extenuación están presentes en esta producción en sus diversos aspectos y singularidades, aunque todo ello concebido y realizado a base de muy cortas secuencias, sin pausas ni respiro alguno, sin recrearse en cada tema, sin profundizar demasiado en lo dramático del hecho pero, a lo largo de toda la producción, con una plasmación intensa y lúcida de las mil y una carencias que afectan a lo más profundo del ser humano en su contacto con sus semejantes en el marco de la gran comunidad.

El color y el blanco y negro se mezclan alternativamente fruto de las distintas épocas de rodaje, en un ir y venir de situaciones rodadas e identificadas a lo largo de más de veinte años, aunque con una calidad de montaje simplemente impresionante. Quizás sea éste el mejor valor cinematográfico a destacar, fruto de un trabajo concienzudo en el que la mano del director resalta con auténtica creatividad.

Está claro que el equipo de realización a las órdenes de Luis Aller, bajo un prisma absolutamente ceñido a una problemática muy concreta en el ámbito donde se desarrolla la acción y hurgando de forma expresa en las profundidades del drama en su convivencia con sus semejantes, nos muestra solo un aspecto de la diversidad con la que se conjuga día a día el quehacer de la gran ciudad.

Afortunadamente, no todo late bajo el profundo caos en que se basa el film. En esta mescolanza tribal también existen significativos valores como la fraternidad, el estímulo, las buenas maneras, la confianza, la esperanza y, por supuesto, el amor al prójimo con mayúscula.

Pero esto ya sería otra película…

Firma: Joaquín Guitart