Una cita para el verano

La película es de principio a fin un ejercicio académico de buen cine, los deberes bien hechos de un debutante en la dirección que firma con delicadeza su primer y último documento: del malogrado Philip Seymour Hoffman que, en 2010, adaptó el texto teatral de Glaudini con algunas dificultades salvadas gracias a la maestría interpretativa del propio Hoffman y de unos secundarios extraordinarios que encarnan el alma de los perdedores en su lucha por levantar la vista más allá de sus rutinas.

El microscopio emocional que aplicaba Seymour a sus personajes trasciende aquí a la historia y a los objetos y lugares que la integran. Las localizaciones y el atrezzo expresan el estado interior de los protagonistas y su paulatina transformación; algo que sólo Hoffman con su obsesión por el detalle podía lograr con una precisión más que quirúrgica.

Comedia amarga, tierna e inteligente que podemos considerar como radiografía de este inmenso actor recién desaparecido.

Firma: Anna Puigarnau