Vivir es fácil con los ojos cerrados

David Trueba se ha forjado un nombre en el panorama cultural español de nuestros días compaginando sus facetas de director y guionista con el periodismo y sus trabajos como novelista. Sin haber alcanzado la repercusión de su hermano Fernando en el ámbito cinematográfico, es autor de una filmografía reconocida por público y crítica, cuyo título principal es la adaptación de la novela de Javier Cercas Soldados de Salamina.

Dos años después de su última producción, Madrid, 1987, se lanza a la carretera para rodar junto a Javier Cámara, la debutante Natalia de Molina y Francesc Colomer (ganador del Goya al mejor actor revelación por Pa negre) una road movie concebida en su tradicional naturaleza de presentar una evolución y recorrido interior de los personajes a partir de un viaje físico. Un verso de la canción Strawberry Fields Forever da título esta travesía que tiene al grupo de Liverpool como anecdótico pero simpático y muy bien explotado punto de partida.

No parece voluntad de Vivir es fácil con los ojos cerrados el componer un relato excesivamente novedoso y profundo. Trueba se decanta por una historia sencilla de personajes amenazados por la soledad, el rechazo o la incomprensión, y añade el verdadero encanto a la historia en su manera de contarla. Para ello recurre con ingenio al toque de humor bien dosificado, cercano algunas veces y pintoresco otras, pero siempre entrañable, así como al encanto que destilan sus protagonistas, especialmente un Javier Cámara que cautiva desprendiendo gracia y humanidad en su agradecido papel de guía de almas perdidas.

Sin embargo, también cabe apuntar cierta pérdida de pureza y trascendencia en la narración cuando Trueba, incluye en la trama elementos como el despertar sexual en la adolescencia, además de restar algo de universalidad al origen de los males de algunos de sus personajes contextualizándolos con poca sutileza en el período en que transcurre el film. Aun así, hay luz y color en el conjunto, y un agradable tono nostálgico que hace todavía más amable esta producción que, sin grandes argumentos ni profundidad, regala una optimista y ligera lección sobre la necesidad de perseguir los sueños e ilusiones.

Firma: Juan Xipell