Voy a ser mamá

Valérie Lemercier, directora de Palacio Real en 2005 y conocida principalmente por su faceta de actriz en Francia, su país natal, donde ha recibido varios premios Cesar, ha destacado así mismo en su faceta de cantante. En el título que hoy nos ocupa, además de la dirección, asume la autoría del guión además del rol protagonista.

Su oponente, Gilles Lellouche, si bien comenzó su carrera como director, muy pronto se pasó al campo de la interpretación con más de treinta títulos en su haber, hasta llegar a éste de hoy.

No hace falta insistir que Voy a ser mamá prometía bastante más de lo que en realidad nos ofrece. Evidentemente el tema no es una primicia; desde tiempos inmemoriales la llegada del huérfano adoptado ha formado parte de la filmografía de todos los países; tanto como base de un argumento dramático como en este caso, simple excusa para el aterrizaje de jocosas complicaciones en la vida de una pareja.

Pese a un inicio halagüeño, en el que la brillante escala social de los futuros padres y el ambiente en el que desarrollan sus respectivas actividades profesionales goza de buena factura cinematográfica, en su transcurso posterior la cinta decae de forma notable desde el momento en que aparece en sus vidas el nuevo y pequeño personaje.

Por supuesto que la trama da a entender que la postura del niño, rebelde hasta la saciedad, es fruto de su propia personalidad y complicado destino. De acuerdo. A partir de aquí, son los padres quienes, ajenos al conocimiento previo de su carácter y sin variación alguna de su propio “status”, son incapaces de crearle el calor y la mejor adaptación a su nuevo hogar.

Y aquí reside el contrasentido del resultado argumental. ¿Es una comedia o es un drama? Quizás no era ésta la finalidad de los realizadores. ¿O sí?

Firma: Joaquín Guitart