Young adult

Reitman y Cody se reencuentran cuatro años después de la exitosa Juno; una de esas películas que, sin grandes avales de las majors, dio el campanazo del boca-oreja con la frescura de un guión amable y anticompensatorio a la vez. Parece que ambos cineastas se compaginan bien, pues les une una expuesta inquietud por la infantilización de la sociedad contemporánea occidental. En el marcador numérico y de jugadas con más clase, gana Reitman, pues Up in the air o Gracias por fumar son más coherentes y adultas que el Jennifer’s body de la guionista y creadora de la serie United states of Tara.

Young adult, eufemismo que hace referencia a las novelas de serie B para adolescentes, habla también de una cierta vida congelada en el pasado, adormecida en el presente y encerrada en una falsa autoimagen. Charlize Theron compone muy bien su personaje de reina de instituto de los 90 atrapada en las canciones de una casete, en las series para quinceañeros y la coca-cola light. Las frases de Diablo Cody se deslizan con naturalidad en un buen guión, donde lo cotidiano –objetos, ropa, música, gestos- rematan la jugada de caracterización.

Como en sus anteriores trabajos, Reitman y Cody no perdonan, hacen instantáneas crueles y divertidas de la “peterpanización”, diagnostican con cierto (aunque Up in the air y Juno son más complejas en este sentido), hurgan en el dolor auténtico de la soledad del egoísta y, al mismo tiempo, no buscan complacer al espectador en todo (tampoco en sus finales). En Young adult todo eso está, pero también se resiente, más que sus citadas predecesoras, de una mayor profundidad en las causas y soluciones. Quizá, con el temor de parecer moralistas, el final se queda cojo, abierto o mejor algo desesperanzado.

Firma: Lourdes Domingo