¿Son los jóvenes más felices cuando están conectados?

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Los adolescentes españoles vinculan su felicidad a tener conexión a internet. La realidad es que el 70% de los adolescentes sufre si no tiene conexión a Internet. Sin embargo, según un estudio elaborado por la OCDE que analiza los índices de felicidad de medio millón de adolescentes de 15 años de 72 países, los más enganchados se muestran menos satisfechos con su vida personal. Otro artículo recogido en la revista Cyberpsychology, Behavior and Social Networkings sugiere que los jóvenes que pasan más de dos horas al día en las redes sociales, adquieren una mala salud mental y trastornos psicológicos, entre los que se incluyen la ansiedad y la depresión.

Algunos se conectan desde que se despiertan hasta antes de ir a dormir. De sus hábitos, no parece exagerado deducir que la posibilidad de quedarse sin conexión les produzca cierta ansiedad. Hasta el punto de buscar desesperadamente un local con conexión y sentir la agradable sensación de que han vuelto a casa cuando consiguen conectar de nuevo.

Como pez dentro del agua

Por otro lado, sentirse aceptados es fundamental durante la etapa infantil y adolescente. La reputación online cumple esta función de reconocimiento en el entorno digital. Son los seguidores de nuestros hijos los que dan valor a lo que comparten. El no conseguir notoriedad, les puede llevar, sobretodo en el caso de jóvenes con baja autoestima, a realizar un mal uso de las redes: exhibiendo sus vidas, comparándose continuamente y midiendo su éxito por el número de likes y followers.

En esta línea de buscar la popularidad, se repiten a diario escenas como: maquillarse para sacarse una foto recién levantada, alardear de sus cuerpos en el gimnasio, publicar una instantánea junto a su novio/a en un momento de felicidad, cuando puede que su relación no funcione; o hacer una crónica diaria de una vida divertida e interesante que desaparece de modo tan fugaz como el instante en que se publicó. El postureo está cada vez más arraigado, no se trata de vivir experiencias, sino de mostrarlas al mundo. Que el mundo (o mis amigos y/o enemigos) vea “mi felicidad”. En la mayoría de los casos entre jóvenes, los que más exhiben su felicidad en las redes suelen ser los que menos la viven.

En definitiva, es cierto que muchos jóvenes creen que estar conectados les hace más felices. Sin embargo, las evidencias muestran que disminuir su tiempo de conexión online y reflexionar sobre la trascendencia de sus publicaciones les llevaría a reducir su ansiedad y mejorar la calidad de sus relaciones sociales offline.

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