¿La seguridad de los menores está en venta?

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Los sitios web y aplicaciones de compra-venta de artículos de segunda mano se han popularizado enormemente en los últimos tiempos, sobre todo con la aparición de funcionalidades como la geolocalización que permite ver los productos que se venden más cerca de nuestra ubicación, pero más aún con motivo de la crisis económica que agudiza el ingenio a través de internet.

Muestra de ello son servicios emergentes anunciados en televisión como Wallapop o la más reciente Vibbo (surgida en noviembre de 2015 y anteriormente conocida como Segundamano.es), sin olvidarnos de un referente como es eBay, clásicos como Mil Anuncios y otras menos conocidas como LetGo, Yume o HappySale. En este marco, aparecen incluso plataformas especializadas en un determinado tipo de productos, como Chicfy para ropa o Depop para objetos de diseño y coleccionismo. Sin duda, la más popular en España es Wallapop, que surgió en octubre de 2013 y 6 meses después ya alcanzaba el millón de descargas, registra transacciones por valor de 300.000 Euros al día y tiene un inventario de alrededor de un millón de productos subidos.

Pasadas las fechas navideñas, estas plataformas vuelven a relanzarse tras adquirir regalos fallidos o que hacen que nos queramos desprender de algunos objetos relegados, como por ejemplo una nueva consola que hace que queramos vender la antigua junto con sus juegos para los nuevos. De este modo sus catálogos experimentan un importante crecimiento y diariamente se publican cantidad de nuevos anuncios. No es extraño recurrir a estas plataformas para ofertar alojamientos vacacionales, objetos de coleccionismo, ropa, servicios diversos, mobiliario… De hecho, no solo hay particulares sino que también encontramos tiendas que aprovechan la visibilidad que proporcionan estas plataformas para potenciar sus ventas online.

La particularidad es que estas transacciones las realizan los usuarios generalmente en mano, cuentan con un chat privado en el que negocian las condiciones de la compra-venta y quedan en un lugar concreto para llevarla a cabo, sin que la plataforma intervenga de ningún modo o implique una comisión o coste adicional.

Aquí es donde surge el riesgo si nos referimos al uso de estas aplicaciones por parte de menores. Son muchos los que recurren a este sistema para ganarse un dinero extra o adquirir cosas a un mejor precio, pese a que su uso se rige por las mismas normas que lo hacen las redes sociales o incluso son más restrictivas al señalar que: “Los menores de 18 años no deben facilitar sus datos personales a Wallapop sin el previo consentimiento de sus padres o tutores”.

El peligro reside no sólo en las posibles estafas y el encuentro con la persona que se realice la compra-venta, para el que conviene acudir acompañados de un adulto, sino en posibles implicaciones relacionadas. Por ejemplo, se han escuchado casos de venta de terminales móviles infectados con control sobre la cámara, que pueden o no ser deliberados pero nos hacen reparar en la necesidad de asegurarse bien y tomar las medidas de prevención oportunas en función del tipo de producto que se adquiera.

Por otro lado, los menores como usuarios pueden incurrir en un uso inadecuado que les impulse a realizar consultas inverosímiles, como el alquiler de alojamientos para hacer fiestas, reservas que finalmente no llegan a confirmarse u otras transacciones poco serias que hacen perder tiempo y dinero a otros usuarios. También, algunos menores lo utilizan para chatear como si de una plataforma de citas se tratara, llegando a importunar a otros o haciéndoles desplazarse para luego no presentarse. Se trata de un entorno en el que es muy fácil obtener información de los usuarios, ya que muchos piden la dirección o el teléfono para quedar o hablar directamente. Otro aspecto relevante es que las transacciones quedan reflejadas, con el objetivo de obtener una buena valoración que genere confianza a otros usuarios, pero que puede ser utilizado para conseguir datos personales indirectamente a través de las mismas.

Además, ya se han podido ver algunos anuncios que incurren en actitudes poco responsables con anuncios que buscan realizar una broma, suplantar a otra persona publicando sus datos o, incluso, publicaciones que pueden ser consideradas como una forma de ciberbullying con la exposición de la foto de la víctima. En cambio, otros menores sí cuentan con el beneplácito de sus padres y lo usan adecuadamente, ya que es un modo de inculcarles valores como la responsabilidad, los principios del comercio y el valor económico de lo material, entre otros. Se habla mucho de menores y redes sociales pero este otro tipo de plataformas también deben tenerse en cuenta y, del mismo modo, la solución pasa por la implicación de los padres y un uso responsable.