Publicidad y Navidad

Al salir de casa, los eslóganes de luz y color en los suelos, escaparates, vallas y carteles luminosos nos conducen en nuestro trayecto. Regresamos, nuestro paseo mágico cumple su último sueño cuando nos sentamos cómodamente en el sofá y pulsamos el telemando. Nuestro hogar, íntimo y entrañable, se convierte en ese espacio tribal, en esa aldea universal anunciada hace unas décadas por McLuhan. El antaño cuarto de estar se ha convertido en un espléndido escaparate, donde los productos y servicios se exhiben ante la intimidad de nuestra mirada.

Dulces sueños navideños

Publicidad y consumo son dos amistades peligrosas que “hacen” su luna de miel en los dorados y encantadores días de Navidad. ¿Quién no ha sentido ese trajín hipnótico al entrar en unos grandes almacenes y dejarse convencer por la lógica del ¿por qué no? A la publicidad le ocurre lo que a la tele, nadie la extraña. Es el oxígeno que respiramos, los medios de comunicación la alimentan –como ella a ellos-. Estos días, los llamados argumentos publicitarios visten sus mejores galas, utilizándose el ropaje de la historia y la tradición.

La publicidad dirige su artillería al deseo, es lo esencial. Es la llave que permite abrir la puerta de lo más íntimo y personal. En ese lugar de ensoñación, el sujeto –objeto el consumo- se evade de su prosaica realidad para sentirse colmado en la ficción. El consumir suprime las barreras del espacio y del tiempo, sólo existe el aquí y el ahora. Las formas verbales imperativas y presentes nos conducen desde sus más variadas modalidades en los eslóganes publicitarios. Hagamos la prueba, ¿cuántos mensajes publicitarios se nos ocurren sin que aparezca un verbo en presente? Beba,coma, compre, confíe en nosotros, disfrute… son palabras que no informan, menos comunican, pero incitan y provocan.

Esta celebración de la inmortalidad, que cabalga a lomos del verbo, necesita un lugar, un espacio. Tres son los más frecuentes; el hogar, en el que el núcleo familiar se afirma como vivencia de paz, convivencia, comunicación; espacio para la sonrisa y la celebración festiva. Los dulces, el licor, el refresco indicarán el éxito de la reunión. El lugar de trabajo, donde se adoran los sagrados valores de la productividad. Y, con mucha frecuencia, la naturaleza. Aquí se conforma la idealización de la espontaneidad, el disfrute inmediato, sin mediaciones, salud y larga vida. Lo ecológico cada vez vende más. El entorno natural está “más allá” del agobio urbano, masificación, humos, ruidos y prisas. Móviles, coches, tabaco garantizan nuestro exótico y salvaje viaje de fin de semana. Viaje que transcurre en un presente contínuo, fácil, exitoso, absoluto y exclusivo. Estemos tranquilos porque hasta nuestro tiempo de ocio hemos comprado, es un tiempo de consumo y negocio.

El duende publicitario, el mensaje subliminal

Cuando compramos una determinada bebida, coche o perfume, sólo compramos aparentemente el objeto, pero estamos deseando esa sensación de frescor, prestigio- juventud o aventura. Desde hace unos años los jabones prometen belleza junto a limpieza, diría un célebre publicitario. Anunciar es hurgar en las heridas abiertas… Miedo, soledad, ambición, angustia, celos, ansiedad, son filones sin fondo para inspirar argumentos publicitarios. Se mete el dedo en la llaga y se curan las heridas. El objetivo de todo mensaje es que un gran público tenga un mismo deseo, una misma solución para curar su herida, la promesa de curación será el éxito del anuncio.

Mucho se ha dicho sobre la publicidad subliminal, pero remitámonos a lo que expresa la Ley General de la Publicidad, que ya desde 1988, la prohibe y se define como “la que mediante técnicas de producción de estímulos de intensidades fronterizas con los umbrales de los sentidos o análogas, pueda actuar sobre el público destinatario sin ser conscientemente percibida”. El conocido experimento de James Vicary en 1958 realizado en un cine a cielo abierto con el mensaje ¿Tienes hambre? ¡Come palomitas y bebe Cocacola!, marcó un hito en la historia de la publicidad. Los estímulos visuales e instantáneos del mensaje no podían leerse, pero consiguieron aumentar las ventas de los dos productos en un 57 y un 18 por ciento. Este tipo de publicidad que se camufla en la velocidad de sus planos o en la intensidad de sus estímulos cromáticos, lumínicos o sonoros, utiliza determinadas imágenes que producen una fascinación especial en el espectador y potencial consumidor.

Trabajar con nuestros alumnos la publicidad no es fácil. Unos piensan que no les afecta –los menos-, otros que les afecta pero que no pueden hacer nada, ambas posturas son igual de pasivas. Pero indagar cuál es el mensaje subliminal es algo que les atrae poderosamente. Pensemos que la mayoría de los anuncios tienen su estímulo subliminal, visual, sonoro o audiovisual. Cubitos de hielo con formas caprichosas, sombras o reflejos de luz colocados en la composición de la imagen de modo gratuito, juegos verbales en el eslogan, diseños compositivos… son algunas de las estrategias utilizadas. La música sigue siendo uno de las grandes efectos-masaje en el mensaje. Alegres y pegadizas melodías quedan fijadas en nuestra memoria que nos recuerdan la marca y el producto. El discurso publicitario atrae y seduce porque se desarrolla a distancias cortas, lo subliminal elimina la distancia y con ello nuestras defensas críticas.

La educación para y en los medios de comunicación implica una educación para el consumo. El tomar conciencia de nuestras necesidades, intentando clarificar las que son personales de las implantadas por la ideología del consumismo, sigue siendo un reto ineludible. El ser ciudadanos responsables con nuestra información, muchas veces es difícil debido a la falta de acceso a determinados datos y medios y por la saturación informativa a la que estamos sin querer e inconscientemente expuestos.

Una serie de propuestas de cambio, tal y como apuntan Pere-Oriol Costa y otros en La seducción de la opulencia, podemos transcribir a estas líneas. Educación básica sobre el consumo, posiblemente como una transversal, la formación ciudadana general con la participación como consumidores en asociaciones que velen por nuestros derechos y la calidad de lo que consumimos y la potenciación de canales y medios de comunicación no mercantilistas.

Bibliografía

  • GARCÍA MATILLA (1981): Subliminal, escrito en el cerebro. Madrid, Bitácora.
  • MARMORI (1977): Iconografía femenina y publicidad. Barcelona, Gustavo Gili.
  • PENINOU G. (1976): Semiótica de la publicidad. Barcelona, Gustavo Gili.
  • PACKARD,V. (1959): Las formas ocultas de la propaganda. Buenos Aires, Sudamericana.
  • P.O. COSTA y otros. (1992): La seducción de la opulencia. Barcelona,Paidós.

Firma: José Antonio Gabelas