Tópicos y videojuegos

No son pocas las veces en las que los videojuegos están en el centro del huracán. Las noticias que escuchamos suelen centrarse en los títulos más conflictivos, en estudios que nos hablan de la violencia o en casos de tecnoadicción. Y no les falta razón. Sin ir más lejos, hace poco se publicaba que GTA V (Gran Theft Auto) había superado los 90 millones de copias vendidas y los 6 mil millones de dólares en ingresos. Esto, viniendo de un videojuego cuya temática gira alrededor de las drogas, el narcotráfico, la discriminación racial y la violencia de género, entre otras cosas, es bastante significativo.

Por otro lado, no son pocas las investigaciones publicadas que pretenden demostrar que los videojuegos violentos no tienen una relación directa con actitudes también violentas en jóvenes y adolescentes. Y, cuidado, mirándolo bien, en parte, tienen razón. Si el objeto de estudio es saber si un niño en un entorno equilibrado va a ser más violento por jugar a un videojuego más o menos horas, la respuesta tiende a ser negativa. Es decir, por jugar a un Call of Duty no tenemos por qué pensar que nuestro hijo vaya a ser un traficante de armas.

No debemos quedarnos con las tres o cuatro alternativas que generan más polémica. Hay más opciones

Sin embargo, esto no exime el hecho de que no aportan ningún valor positivo al niño y sí muchos negativos. Y en esto podemos estar todos de acuerdo. La educación ha de estar formada por un triángulo en el que escuela, familia y sociedad van muy unidas. Y es por ello que, si queremos construir un mundo donde el respeto por los demás y la concordia sean sus baluartes, educar en la amistad, la solidaridad y el diálogo es determinante. Si fomentamos la inclusión de todos los niños en la escuela y un videojuego fomenta el racismo, ¿hacia qué dirección nos dirigimos?

Otro de los peligros es el abuso en horas de juego que muchas veces suponen. Si partimos de la base de que no tienen por qué ser perjudiciales, las preguntas que nos debemos hacer entonces son: ¿Es normal que un niño se pase toda la tarde jugando al Fortnite? ¿Pueden concentrarse en el estudio si están pendientes de abrir un cofre de Clash Royale? Es más, ¿nos hacen más inteligentes? o ¿mejoran nuestra capacidad de atención o nuestra visión periférica?

Aquí es donde encontramos opiniones diversas. Algunos como Adrian Owen o Álvaro Bilbao resumen que, si bien daño no hacen, nadie espera que por jugarlos vaya a aumentar su cociente intelectual. Sin embargo, ante tanto escepticismo, nos posicionamos en un enfoque más positivo, tanto para educar en determinados valores como para favorecer ciertos aspectos del aprendizaje cognitivo.

Es verdad que, igual que unos juegos pueden maleducar con contenidos como los explicados anteriormente, otros también pueden causar un efecto inverso. Es decir, pueden fomentar el compañerismo, la ayuda mutua, la tolerancia o incluso la diversidad socio-cultural. Ejemplos como el de Rime, con una historia de superación ante la pérdida de un ser querido o títulos como Mario Maker que nos permite crear para compartir, sin necesidad de competir, son ejemplos claros. En este mismo sentido, en algunos títulos se pueden crear comunidades para compartir recursos y favorecer el trabajo en equipo.

Propuestas como Layton (3DS) o Detective Pikachu (3DS) nos proponen investigar escenarios en busca de pistas, lo que ayuda a trabajar la concentración. Minecraft o Dragon Quest Builders favorecen la gestión de recursos, la numeración y la relación espacio-tiempo. Novelas visuales en los que leemos, tomamos decisiones e interactuamos (algunas más adultas pero otras como Minecraft: Story Mode más infantiles) fomentan la comprensión lectora. Juegos arcades, en los que mejoramos a base de errar una y otra vez, o juegos de habilidad, como los muchos Mario y Sonic, Rayman o cualquier plataformas, sirven para trabajar los reflejos.

Por lo tanto, como veis, la oferta es cada vez mayor y muy variada, por lo que no siempre tenemos que quedarnos con las tres o cuatro alternativas que generan más polémica. Informarse, buscar lo que más le convenga a nuestro hijo y controlar los tiempos suele ser la mejor ayuda que podemos prestarles en este ámbito.