Alguien tenía que decirlo

Después de Sé lo que hicisteis, han sido ya varios los formatos que, intentando repetir el éxito, se han dado de bruces con la nadería más abrumadora. Y es que donde hay talento se nota y donde el talento está ausente, también. Esto último es lo que le pasa a Alguien tenía que decirlo.

Al frente del espacio, presumen de capacidad de improvisación tres humoristas a los que les vendría de perlas un guión que sujetara su verborrea y, de paso, diera forma y contenido a sus banales y torpes comentarios. Dani Rovira, Txabi Franquesa y David Broncano aparecen, encaramados a un sofá, en un plató desaliñado y ostensiblemente abarrotado de quincalla. Una imagen que ya avisa al subconsciente de que el contenido intelectual del programa también es de escaso valor. No ayuda tampoco Claudina Mata con sus reportajes pueriles e insípidos.

Quizá, como nota original, destaca el plató a pie de calle del que salen los presentadores, de vez en cuando, para interactuar con los transeúntes de la madrileña calle Alcalá. Pero, una vez más, la ocasión se desperdicia por lo anodino del gag y de sus participantes.

Parece que la televisión busca y rebusca la manera de atraer a los más jóvenes a base de propuestas en las que pensar es casi un delito y el sexo un tema omnipresente. Con los fracasos de otros espacios similares como Otra movida y Tonterías las justas ¿nadie apuesta por enriquecer los formatos con asuntos que realmente interesen a los jóvenes? A lo mejor así, triunfarían.

Firma: Mar Pons