Bodas cruzadas

La sombra de Telecinco empieza a vislumbrarse en Cuatro. La cadena de Sogecable programa este reality que no acaba de casar con las cualidades de las que alardea -innovación, frescura y juventud-, sino con las de su hermana bastarda –sensacionalismo, sentimentalismos y telebasura-.
 
Bodas cruzadas rescata el género de los date shows -el de las citas, parejas y bodas- que inundó la pequeña pantalla a principios de los 90 (Lo que necesitas es amor, Su media naranja, Lluna de mel o Una pareja feliz), aunque la audiencia ya le dio la espalda y parecía estar sepultado.
 
Resucitado el género, Telecinco ya lo hizo con bastante éxito con Mujeres, hombres y viceversa, se le ha introducido los condimientos claves del reality, el gran hallazgo televisivo del nuevo siglo. Así que en sus capítulos podemos ver a los futuros maridos y mujeres siendo testigos, sin censuras, de sus respectivas despedidas de solteros, las zancadillas de los familiares o la poca gracia de los hombres a la hora de tomar decisiones nupciales.
 
Con una maestra de ceremonias como Patricia Gaztañaga, una gran profesional a la hora de meter cizaña de las relaciones personales, el programa es un ejemplo de telebasura, que no ayuda a Cuatro en su crisis de identidad ni en la mala racha que está teniendo con sus programas.