Con el culo al aire (T3)

La televisión hiede. Algunos productos rancios dispersan su penetrante olor por todas las parrillas y a todas horas. Entre esta gama de espacios caducados se encuentran series como La que se avecina, Aída o Bienvenidos al Lolita. Series que no sólo se emiten en horario estelar, sino que se reponen en los diversos canales sin tener en cuenta la franja protegida. Ahora, a la lista se suma la nueva temporada de Con el culo al aire, la tercera.

Estas ficciones de fácil consumo, bajo coste y mucha grasa saturada se presentan bajo el gran paraguas del humor para el amparo de sus creadores. Así, entre risa y sonrisa, qué más da si alguien es infiel a su pareja, si una mujer se queda sola y embarazada, si unos menores presencian peleas entre sus progenitores divorciados, si el alcohol sirve para ahogar las penas, si los nietos insultan a su abuelo o si un setentón mantiene relaciones sexuales esporádicas. ¡Qué más da si es cuestión de entretener!

En realidad, lo que da es pena. Pena por los que apuestan por productos adocenados, pena por los que los consumen sin filtros y, en especial, pena por los menores que se ven involucrados en los rodajes y por los que los ven en la pequeña pantalla.

Aquí no sirve el argumento de la audiencia, pues aunque sean más de 3 millones los que aplauden la serie (seguramente las mismas personas que ven La que se avecina o Aída) siempre son mayoría –y por mucho– los que no la siguen. Un consuelo.

Firma: Mar Pons