Con el culo al aire

Llega esta comedia a las noches de Antena 3 para ofrecer humor y entretenimiento descafeinado. Es prácticamente imposible hacer una crítica de esta serie sin compararla con tantos precedentes televisivos que, sin duda, han inspirado a sus guionistas. En este apartado se encuentran el reparto coral, la excéntrica comunidad de vecinos o el humor como excusa para recrear el drama, entre otras características.

No obstante, y aunque el espectador puede tener la sensación de haber visto la misma historia en multitud de ocasiones, la serie consigue, después de algunos capítulos, definir su propia personalidad. Quizá es el dibujo de los personajes, caricaturas de una realidad próxima que embaucan con su candidez. Quizá es el trabajo de interpretación, la mayoría solventes y convincentes o, quizá es la narración de diversas historias sencillas pero simpáticas. Lo cierto, al final, es que la serie puede gustar y sus personajes pueden “enganchar” al espectador.

El amplio reparto coral, además de variedad y agilidad a las tramas, ofrece la ocasión de incluir en el producto diferentes perfiles que abarquen diferentes públicos. Este recurso tan utilizado en televisión, con el fin de conseguir más audiencia, hace que la serie pueda parecer un espacio familiar para que pequeños y mayores disfruten de un mismo rato de ocio audiovisual. Sin embargo, Con el culo al aire, no es una comedia familiar. Menos mordaz que otras muchas series sí, pero familiar no. Ya que, como suele ocurrir cuando el humor es la excusa para todo, esta comedia no se libra de caer en los tópicos de siempre.

Un rasgo destacable es la cadencia de las tramas. La serie abandona el ritmo frenético y estridente de otras producciones similares para relatar con tranquilidad los acontecimientos, sin necesidad de apabullar al espectador con gags continuos que no dejan espacio para apreciar, por ejemplo, el contenido de un diálogo que son, en este caso, bastante aprovechables.

Con el paso del tiempo y la progresión de la historia, esta comedia ha perdido entidad para adentrarse en la tibieza de lo vulgar y lo mediocre. Sorprende, de vez en cuando, con chispas de ingenio que, por poco frecuentes, se pierden en un guión hecho a la medida de las grandes audiencias conformistas.

Firma: Mar Pons