Crash y Bernstein

A base de trompazos, bofetones y “desgracias” caseras se desarrolla esta serie cómica para adolescentes. Aventuras cotidianas que se complementan con ideas peregrinas surgidas de una mente de trapo que hace honor a su nombre. A Crash le gusta, sobre todo, destrozar cosas y hacer enfadas a la Sra. Bernstein. Su compañero Wyatt es, por el contrario, pacífico y amistoso aunque, también hay que decirlo, le atrae esa parte “gamberra” de su nuevo “hermano”.

Una comedia que se desarrolla en escenarios cerrados y cargados y cuenta historias simples y triviales. Puede que le salve la intención de defender algunos valores como la amistad o la sinceridad, pero desentona la ausencia paterna y la facilidad con la que se llega pronto a las manos.

La introducción de un muñeco de trapo, que recuerda a la comedia de los 80 protagonizada por la familia Tanner y el extraterrestre Alf, le da una cierta originalidad y algunas licencias. Crash y Bernstein es mediocre en su propuesta argumental, pero tiene a su favor no ser un producto de marketing para alguna estrella musical o una simple sucesión de gags cómicos al estilo en el que tanto se prodiga Disney Channel.

Sus personajes representan los estereotipos comunes, pero la serie tampoco se enorgullece de ello y los trata con más mesura y menos afectación de lo que suele suceder en espacios similares.

Sin ser una ficción novedosa ni de calidad, a veces, hace sonreír y, en general, ofrece entretenimiento sin más.

Firma: Mar Pons