Lost in space

Desde que en 1917 Daniel Defoe nos presentara a su personaje Robinson Crusoe –la novela se inspiró en un hecho real–, han sido muchos los Robinson que se han perdido y sobrevivido en parajes nuevos he inhóspitos.

Con variantes que hacen de la historia un producto más audiovisual y adaptándose a los nuevos tiempos, ya en 1965 Irwin Allen (Cinco semanas en globo) estrenó su serie titulada Lost in space donde los protagonistas –la familia Robinson– acaban como indica su título: perdidos en el espacio.

En 1998 y en 2004 el mismo argumento se recrea en dos largometrajes con idéntico título. Ahora, en 2018, Netflix recoge el testigo para presentar la versión renovada que Irwin nos trajo el siglo pasado y con la que se hacía homenaje al clásico de Dafoe. En el fondo, pocas historias quedan por inventar.

Este producto original de Netflix aprovecha las ventajas que le brinda la moderna industria digital y así marca la diferencia con sus versiones predecesoras. Los efectos y la tecnología aportan credibilidad, belleza y espacio para la imaginación a un relato que no tiene límites en este ámbito, ya que el universo es un lugar por explorar y allí todo es posible. Quizá, en este sentido, se echa en falta un poco más de atrevimiento y de fuerza para innovar en criaturas, ambientes y paisajes extraordinarios.

La historia, por su parte, se construye también de la forma más clásica posible. El objetivo se aprecia al final del camino y, mientras dura la andanza, la sucesión de conflictos –previsibles en muchos casos– hace tropezar a sus protagonistas una y otra vez. Este enfrentamiento de voluntades se lleva a cabo con el ritmo necesario que requiere una serie de acción y sirve también para introducir tensión y despertar la inquietud en el espectador.

A pesar de todo, en Lost in space existen esos momentos en los que te gustaría atravesar la pantalla y espabilar a alguno de los personajes que se recrea más de la cuenta en su drama personal, en su ego o, simplemente, que se deja arrastrar sin prestar atención a las señales de advertencia más que evidentes.

Personajes para todos los gustos

Esta aventura espacial cuenta con un reparto coral y, gracias a él, los guionistas pueden introducir todo tipo de personalidades y modelos que inviten a una audiencia igual de diversa. Entre ellos despunta el fiel retrato adolescente de Penny, con refrescantes intervenciones, y la despreocupada figura de Don West, que actúa como purgante contra el drama. En el lado contrario, se sitúa la cargante Dra. Smith, incómoda hasta la saciedad, y la molesta autosuficiencia fingida de Maureen Robinson. Por lo demás, las interpretaciones se sostienen coherentes y los personajes evolucionan con la trama.

En los primeros capítulos se observa una hostilidad enquistada entre los miembros de la familia Robinson. Estas desavenencias desembocan en malas contestaciones, tratos agresivos y rencillas que ensombrecen el ambiente. Pero solo habrá que esperar unos pocos capítulos para intuir el proceso de cambio que sufrirán los protagonistas y a través del cual se escribe el fondo de la ficción. Superarse ante las dificultades, afrontar el futuro con optimismo, pedir perdón por los errores cometidos, dar segundas oportunidades y, sobre todo, mantener y defender la unidad familiar convierte a los Robinson en los héroes del siglo actual.

Diez capítulos para una primera entrega que planta la semilla de un relato que puede durar hasta que la audiencia (o la industria) lo decida. Y un final que abre la puerta a nuevas oportunidades. Algunas (pocas) sorpresas, acción, tensión y emociones es esta apuesta de ciencia ficción pensada para disfrutar en familia.