Shadowhunters

Basada en las novelas de Cassandra Clare, quien también participa en el guión, este proyecto lo firma Ed Decter (The client list). La carrera de Decter ya puede darnos alguna pista de por dónde van los tiros en esta ficción de género fantástico. Para empezar, lo primero que descubrimos es la escasa intención de hacer algo serio. Shadowhunters quiere ser sofisticada (así lo indica la ambientación y algunos detalles) sin embargo, no acaba el primer capítulo y ya nos ha venido a la mente un “club de los cinco” en versión Crónicas vampíricas o Embrujadas.

Con esta base, si aceptamos la mediocridad de la serie, ya no aterran tanto los diálogos de cómic, los personajes inmaduros, la frases de relleno, los conflictos infantiles y las resoluciones de baratija. Pero si, por el contrario, buscamos calidad narrativa, todo lo citado aterra mucho más que la oscuridad que pretende mostrar, el submundo en el que se sumergen la tramas y los demonios a los que se enfrentan los personajes.

Además, ese toque Decter, en el que todo vale para que la ficción atrape al espectador desprevenido, incluye sensualidad, afectos desbordados, rebeliones adolescentes y reacciones desesperantes. Nada hace de Shadowhunters una ficción de valor para la audiencia. Es más, mejor no empezar a verla porque, en cuanto se rompe la distancia con sus protagonistas, lo lógico (y para eso está hecha) es que la curiosidad o la empatía o el “no tener nada mejor que ver” o la inercia nos hundan en este poco bondadoso relato del que luego resultará costoso salir.

En principio (y así nos lo repiten una y otra vez en los primeros capítulos), los shadowhunters existen para defender a los hombres. Con su naturaleza de medio ángeles, afirman no participar de los sentimientos comunes del ser humano. Sin embargo, el amor, el odio, la venganza, los celos o el poder (¿qué hay más humano?) son los detonantes de todas sus actuaciones. Así, nada encaja en sus propuestas más trascendentes (si las hay) y el todo resulta un cúmulo de cosas vistas y escuchadas en tantos otros espacios similares (y, seguramente, mucho mejores).

En fin, no vale la pena entrar en el mundo de las sombras de Ed Decter (si no queremos adormecer nuestro ya maltrecho intelecto audiovisual) porque Shadowhunters no es más que la silueta de algo que, con mejores intenciones y un trabajo más selectivo, podría haber resultado un título original.

Firma: Mar Pons