Félix

El director Cesc Gay se enfrenta con Félix a su primer trabajo seriado y el resultado no decepciona. En la escritura del guión vuelve a hacer dúo con Tomàs Aragay, con quien ha compartido muchos de sus largometrajes. Para seguir sumando, Andorra es el segundo cómplice con el que cuenta Gay para su narración y, por encima de los paisajes, brilla un protagonista que recoge el peso del drama y lo devuelve lleno de matices y certezas.

Para quien haya visto Fargo o alguna serie nórdica como Absuelto, es fácil reconocer lo que busca el director en las montañas nevadas del país fronterizo. Salvando las distancias, por falta de la grandeza y extensión, Andorra es el páramo inhóspito donde la desaparición de una mujer destapa conspiraciones, estafas y corrupción. Sin embargo, esa no es la historia.

Félix viene a explicar el viaje de un hombre (el que da título a la serie) que es como cualquier otro y que se ve envuelto en algo que no puede comprender. Algo que le supera de tal forma que le incapacita para intuir el peligro, los riesgos y las consecuencias. Así llegamos al gran qué.

¿Qué vamos a encontrar en Félix?

No veremos acción, ni grandes persecuciones, ni misiones de espionaje, ni investigaciones concluyentes. Lo que veremos en Félix es una historia de personajes. De su protagonista en particular, pero no hay que quitar el ojo al resto del reparto, todos interesantes y todos seductores a su manera. Y si hay que destacar alguno, sin duda, Óscar (Pere Arquillué) es el elegido. Grande, simple y tierno.

Sobre Leonardo Sbaraglia recae la responsabilidad de aguantar un relato intimista y lleno de detalles (no todos agradables de ver), en un momento en el que la audiencia prefiere los efectos, las velocidades y el zapping. El actor argentino resuelve los primeros planos, los segundos y todos en los que aparece sin abandonar su papel de hombre apocado, temeroso y empeñado en conseguir su objetivo.

Lo mejor que tiene la serie, a parte de sus personajes y un ritmo sosegado que permite entrar en el drama, son los diálogos, tanto lo que se dice como lo que no. Y es que un buen diálogo también sabe transmitir con sus silencios. Se utiliza el humor como ingrediente desengrasante, certero y comedido.

Por su parte, la trama más superficial habla de la corrupción y los intereses de los poderosos. Apunta hacia la podredumbre de quien solo pretende ganar dinero a costa de los demás y señala los vicios de una sociedad corrupta (quizá los andorranos no estén muy a favor de Félix).

La filosofía y los pensamientos más trascendentes se dejan en manos del profesor de yoga, muy en la onda de lo actual y puede que, en algunos momentos, la trama vaya más allá de lo verosímil. No obstante, al final, esta ficción (aunque inspirada en hechos reales) captura a quien aprecie la sobriedad del montaje y la parsimonia de su protagonista.

Firma: Mar Pons