First dates

Si uno se deja llevar por lo que ve en televisión, en especial por lo que propone el nuevo programa de citas de Cuatro, First dates, no puede evitar pensar que a la humanidad, tal como la conocemos hasta ahora, le queda menos de lo que dura un telediario.

Y es que en esta adaptación del formato producido por Warner Bros ITVP España (Quiero ser monja), tanto los concursantes como los espectadores que acudimos al espectáculo parecemos poco menos que idiotas. Tontos los participantes si todavía confían en un programa de televisión para solucionar sus problemas afectivos. Bobos los espectadores si creemos que en televisión queda un ápice de verdad. Y lo peor de todo es que First dates es adictivo.

El espacio está tan bien hilvanado que entretiene por lo descafeinado de una propuesta muy fácil de digerir; sorprende por su extravagante casting y divierte por lo absurdo de su contenido. En definitiva, es uno de esos ejemplares audiovisuales de los que no puedes apartar la vista por no perderte la siguiente y espeluznante reacción.

Lo cierto es que First dates consigue un humor mucho más eficaz que cualquiera de las comedias españolas que ofrece hoy la pequeña pantalla. Lo triste es que las sonrisas del espectador –incluso las carcajadas– vienen provocadas por la necedad de los protagonistas de las citas y por la perversidad de sus guionistas, encargados del casting, promotores, etc. Y todo el mundo sabe que no es bueno ni lícito reírse del mal ajeno.

Aunque pensemos que todo es un montaje, que los participantes exageran o mienten en su actuación, que la tele es la tele, cabe advertir que es bueno mantenerse lo más alejado posible de este espacio. No sea que nos convirtamos en cómplices de un espectáculo tan bochornoso como manipulador. Y, además, acabemos por confundir el amor con las compatibilidades, el color de ojos o las primeras citas.

Firma: Mar Pons