Franklin y Bash

Irreverente serie en la que los protagonistas, dos treintañeros incapaces de crecer, realizan infantiles juegos malabares frente a un jurado que cae rendido a sus pies, un juez marioneta con falta de autoridad y una oposición que siempre cede terreno hasta perder el caso.

Franklin y Bash parece una ficción de adolescentes en escenario de adultos. Nada verosímil y sí muy plana en formas y contenidos. Chicos guapos y chicas guapas se desenvuelven como triunfadores sin mérito entre togas y bufettes de prestigio. Los casos, aunque alguno puede tener su punto, son la guinda del sinsentido en esta serie que, a pesar de su intencionado humor fácil, no conseguirá pasar a la historia.

El producto puede ser objeto de curiosidad por ver a un crecido Mark-Paul Gosselaar, a quien muchos recordamos en la piel del mítico Zack en Salvados por la campana, pero más allá de esto, no debemos dejarnos engañar por su corte simplista e ínfulas de entremés. Es el típico producto que alienta engañosamente a los más jóvenes a estudiar derecho.

Aunque es cierto que se trata sólo de una serie entre el montón, no está de más recordar que no es un espacio adecuado para los impresionables adolescentes que se creen todo lo que sale en la televisión.

Firma: Mar Pons