Homicidios

Tomás Sóller, papel que encarna Eduardo Noriega, es un psicólogo especializado en patologías de la conducta que, tras un desastroso incidente en su consulta privada, se lanza a la docencia como tabla de salvación. El destino, y un asesinato múltiple en la facultad en la que trabaja, le lleva a colaborar con la brigada de homicidios capitaneada por Eva Hernández (Celia Freijeiro), antigua novia de la que él aún conserva algo más que unas simples fotografías.

La serie se inicia con un convincente pero controlado primer capítulo. Convincente por varios motivos; porque el desarrollo narrativo es coherente -salvo la aparición de Eva en la persecución del asesino-, porque la presentación formal, planos, movimientos de cámara, decorados y luces, seduce por su equilibrio, su adecuada tonalidad y carencia absoluta de histrionismos, porque sus personajes defienden con honradez su papel y porque se presenta una historia sencilla que ambiciona la normalidad y no los efectismos.

Ahora bien, se aprecia un desmesurado control sobre todo lo que se muestra. Homicidios reúne las características de las series americanas de las que sin duda se han empapado sus guionistas y el equipo de producción. Destacan, por ejemplo, los decorados fríos de la comisaría o el apartamento del protagonista, ambientes de callejones desiertos, persecuciones bajo la lluvia, la costumbre de servirse un wisky al llegar a casa, el trabajo con líneas de tiempo ante una pizarra blanca o el hecho de mostrar, superpuesto en pantalla, el resultado de una búsqueda hecha en el móvil (recurso muy utilizado en Sherlock).

Esta característica, lejos de ser criticada, es un buen comienzo para empezar a trabajar una ficción policíaca, porque ya que estas herramientas han reportado tantas alegrías a la producción americana ¿por qué no utilizarlas? Sin embargo, este recurso le resta personalidad al producto ya que sus creadores no han sabido ir más allá e imprimir un sello más personal y autóctono. En su conjunto, Homicidios recuerda demasiado a tantas series americanas ya vistas, aunque no por ello puede resultar menos entretenida y, con todo, la imitación se puede manifestar como un valor añadido a una producción española.

El líneas generales, el argumento no viene a contar nada nuevo. Se trata de la clásica persecución del asesino en serie que obra impunemente mientras el equipo policial se ve desbordado por éste y otros casos puntuales. Habrá que esperar para saber si el desarrollo contará con la fuerza necesaria para atrapar al espectador o caerá en una espiral de pruebas y crímenes monótonos y habituales.

Uno de los incentivos claros de esta ficción es la participación de Eduardo Noriega en el papel protagonista. Noriega llega a la pequeña pantalla para defender a un personaje seductor y, posiblemente, interesante si se le adjudican más matices y trasfondo a medida que se sucedan los capítulos, aunque todo puede quedar en luces de bengala; habrá que darle tiempo.

El elenco de personajes que rodean al protagonista (un peso específico y nada desdeñable recae sobre Freijeiro) presentan rasgos distintivos pero no demasiado originales y la tensión sexual no resuelta que se plantea ya como aliciente en el primer capítulo será, sin duda, uno de los “ganchos” de Homicidios.

Por último, los casos se proponen, hasta ahora, sin la recreación morbosa en la sangre o los crímenes cometidos. Sin embargo, la carga de escenas de sexo que no aportan información a la historia y sí un ambiente embrutecido a la serie, aunque depende de cada capítulo y el caso que se trate, hace que Homicidios pierda un grupo de espectadores nada despreciable.

Firma: Mar Pons