La Cúpula

Antena 3 TV ha seguido a la CBS en el estreno de su serie de prueba de verano. Por eso, la cadena de San Sebastián de los Reyes, tras ver los aceptables resultados obtenidos en EE.UU., la ha estrenado entre el ocaso vacacional y el perezoso comienzo del curso que siempre supone la primera semana de septiembre.

Con el sello de Stephen King, como autor del argumento original (se basa en su novela más extensa) y de Steven Spielberg, como uno de los productores, La Cúpula levantó muchas expectativas que empezaron a caer o descender a medida que avanzaban los minutos.

De innegable despliegue de medios, el disfraz de la inversión logística también se muestra a través de un amplio cásting que intenta abarcar, con forzada corrección política, múltiples edades, diversas procedencias éticas y modelos de familia.

Brian K. Vaughan, con 7 capítulos de Perdidos como guionista y 12 como productor a sus espaldas, construye un relato que deja entrever estrategias análogas a la serie de J.J. Abrams. No hay que olvidar que Lost se ha convertido en un paradigma de las tramas en espera latente y ansiosa de una final que dé sentido a las “supuestas” incongruencias de la diégesis respecto a las leyes de la naturaleza.

En este sentido, puede que La Cúpula esté jugando al despiste con ciertos aires de teorías conspiratorias, pero los guiños al pasado de los protagonistas y cierta sensación de culpa (más colectiva y epopéyica que personal y trágica) parecen una herencia extraña de la isla de Jack Shepard.

De hecho, ser heredero de un estilo no es algo reprobable, y Under the Dome no es la primera en secundar cierta manera de concebir el misterio seriado. No obstante, en el relato de Brian K. Vaughan muchas cosas suenan a preconcebidas y poco originales: la construcción de un espacio cerrado en un pequeño pueblo norteamericano ya la vivimos en la más gris pero también menos ampulosa Eureka; la idea de múltiples personajes compartiendo culpa por hechos no contemporáneos repicaba con más novedad y carisma en la inacabada Flashforward¸e incluso Jericó embaucó más a los amigos de la serie B, precisamente, por la sinceridad de sus intenciones.

No se puede negar que hay capítulos de La Cúpula entretenidos, en los que el suspense se maneja con más inteligencia (por ejemplo, el segundo episodio es mejor que el piloto), pero la serie de Vaughan no tiene un pulso narrativo firme, en gran parte porque le falta algo grande que explicar. Con “algo grande” no me refiero a la causa directa de los hechos, sino a lo que les sucede a los personajes. Y es que a los protagonistas les falta, no sólo frescura en la caracterización, sino un pathos auténtico y cercano, un contenido menos estereotipado de sus emociones y sufrimientos y una mayor originalidad en el modo de desplegarlas.

Con una segunda temporada en ciernes en Estados Unidos, habrá que estar alerta si se le quiere dar una nueva oportunidad. Sin embargo, dada la amplia oferta actual en ficción televisiva, el espectador selectivo, incluso en amante de la ciencia-ficción, puede sobrevolar esta cúpula y posarse sobre otra más interesante.

Firma: Lourdes Domingo