Madam Secretary

Este drama político bebe de fuentes tan reconocibles como El ala oeste de la Casa Blanca o Scandal, pero guardando las distancias. Madam Secretary toma del excepcional producto de Aaron Sorkin los entresijos del aparato gubernamental americano, las conversaciones de pasillo –rápidas e ininteligibles para la mayoría–, el humor puntual y acertado y una cierta tendencia a la visión super heroica del trabajo de sus protagonistas. Todo ello suavizado y edulcorado para el gran público. También hereda del efectivo título de Shonda Rhimes los excesos, las tramas de acción y los impactos emocionales. Y, por último, recoge de una lista interminable de títulos la propaganda nacionalista con la que se decoran los guiones.

Creada por Barbara Hall, Elisabeth McCord representa un prototipo de mujer imposible a la que debemos aceptar para seguir la serie. Junto con ella, además transigimos la excepcionalidad de Henry y la, a veces, artificial adolescencia de los tres hijos McCord. Por su parte, las tramas tampoco se alejan de esta premisa de beneplácito que se le exige al espectador. Asimismo, los entuertos políticos y su resolución denotan la intención de entretener, aun a costa de que la narración no sea creíble o auténtica.

En conjunto, si la audiencia acoge la propuesta, Madam Secretary se convierte en una amena ficción que chispea ingenio, promueve valores de paz, convivencia y unidad familiar. Además, admite a una audiencia amplia a la que consiente siempre con un final feliz. A pesar de todo, también somos capaces de descubrir que la serie se excede en lo políticamente correcto y no sabe afrontar con valentía cuestiones de fondo y de gran calado social. Una lástima.

Firma: Mar Pons