La invasión del plancton

Llega a Clan La invasión del plancton, una serie con varios niveles de lectura. El primer nivel, el artístico, no destaca por su atractivo y puede resultar, incluso, grotesca. Los protagonistas, de diseño cuidado pero de materia viscosa y sin dulzura en sus facciones, se desenvuelven entre la basura y la suciedad de una playa frecuentada por humanos. Viven bajo una caja que han convertido en su cuartel general y están siempre a la búsqueda incansable de residuos tóxicos y vertidos que aceleren el calentamiento global. Por lo tanto, en este universo de desechos no hay cabida para la belleza, ni para la limpieza.

En un segundo nivel, el narrativo, la finalidad del Escuadrón Tentáculos no es otra que acabar con la vida en la Tierra y para ello urdirán todo tipo de malvados planes. Sin embargo, el tamaño de las misiones es proporcionalmente inverso   al de los protagonistas. Su miserable estatura les hace acreedores de poca esperanza de éxito y, sin embargo, ellos no parecen ser conscientes, lo que les imprime una inevitable candidez que cautiva a medida que van pasando los capítulos. 

La personalidad del Capitán John, sin duda inspirada en clásicos personajes de guerra como John Rambo, choca frontalmente con la pusilanimidad de Calamarez y la prudencia de la Doctora Anna Medusa. Esta diversidad otorga colorido y enfrentamientos en unas historias sencillas pero con contenido. Así se llega al tercer nivel, el mensaje. 

Sin ser la panacea para la educación en ecología, La invasión del Plancton cuenta, desde un punto de vista original, las consecuencias de los malos hábitos de los seres humanos respecto al medio en el que viven y que les sostiene. Son los propios protagonistas, con los que debe identificarse el espectador, los que buscan acabar con la vida terrestre y, así, no se hace tan evidente el propósito pedagógico y de denuncia medioambiental.

Por otro lado, los guiones están salteados con referencias a la vida cotidiana y a clásicos del cine. El sentido del humor y los guiños al espectador despierto proporcionan un grado más de madurez a esta animación que pueden disfrutar tanto niños como adultos. Sobra, quizá, tanto diálogo vociferante y algo de entusiasmo violento. Pero, en su dosis adecuada, esta coproducción entre Bélgica y Francia resulta divertida y original.

Firma: Mar Pons