Stranger Things

Con la sencilla premisa de “cualquier tiempo pasado fue mejor”, los hermanos Duffer (Hidden: Terror en Kingsville y guionistas de Wayward Pines) han conseguido una oleada de fans a raíz de cinco niños que nos transportan a los nostálgicos años 80.

Millie Bobby Brown interpreta a Once (o Eleven), la niña protagonista con poderes telequinéticos, a quien esta serie le ha servido para dar a conocer su gran talento. Pero Millie no es la única a quien acogemos con gusto en la ficción. Junto a Eleven, pedalean Mike (Finn Wolfhard), Dustin (Caleb McLaughlin) y Lucas (Gaten Matarazzo) en busca de Will (Noah Schnapp), el niño desaparecido y que da pie a la historia. Cada uno tiene su papel: el gracioso, el más racional, el líder… Nos recuerdan a aquella pandilla de Los Goonies en plena aventura o a los chicos de E.T. montados sobre sus bicicletas llevando a aquel “ser extraño” –en este caso Eleven–. Con la lealtad como forma de vida y la amistad por encima de todo, estos niños nos enseñan y cautivan mucho más que los mayores.

El siguiente escalón es el reparto adolescente, que no deja de lado los tópicos: el hermano mayor de Will (Charlie Heaton), que busca protegerle y ejerce de figura paterna, marginado del resto de chicos de su edad pero sin ningún resquemor; la chica guapa y lista (Natalia Dyer), que quiere ser popular y que titubea entre sus principios y el dejarse llevar por la apariencia; la mejor amiga rara (Shannon Purser), que es fiel hasta el final y el chuleta del instituto (Joe Keery), que parece no ser capaz de mirar más allá de su peinado. Todos ellos se encuentran en esa transición en la que se empieza a vivir con prejuicios y en la que, también, se va definiendo el carácter. La historia se enriquece con las diferentes personalidades y sus diversas respuestas ante las mismas adversidades.

Y por último, aunque sin restarle importancia, entre los mayores encontramos a Winona Rider, aquella de la que Tim Burton sacó mucho potencial en Beetlejuice (1988) y Eduardo Manostijeras (1990), en el papel de madre del niño que desaparece misteriosamente; Matthew Modine (La chaqueta metálica) como el doctor que experimenta para el gobierno y al que Eleven llama “papa”; y David Harbour (Black Mass, El infiltrado) como el sheriff del pueblo, aficionado a la bebida por traumas pasados.

Desde el punto de vista de producción, la serie es impecable en cuanto a la ambientación y el vestuario. El guion está muy cuidado, el elenco cautiva desde el primer momento y la banda sonora pone la piel de gallina. A todo esto se le suma que viene cargada de referencias a muchas películas que transportan a secuencias de Los Goonies, Cuenta conmigo, La cosa, Super 8, E.T., Encuentros en la tercera fase o Pesadilla en Elm Street, por citar unas pocas. La serie funciona de maravilla gracias a las grandes películas que le preceden y que hemos devorado en la infancia. Títulos que, a día de hoy, figuran como clásicos en la cultura cinematográfica.

Esperamos la segunda temporada para 2017, de la que se ha anunciado que los hechos ocurrirán durante el otoño de 1984, un año después de lo sucedido en la primera. Veremos si los hermanos Duffer consiguen mantener la buena línea que hasta ahora han conseguido.

Firma: Elena Mira Jarillo