Top dance

Top dance llega para ofrecer a los espectadores un nuevo espectáculo de talentos. Y, en esta ocasión, el baile es el protagonista absoluto del formato que presenta Manel Fuentes en Antena 3.

El concurso, infectado con el omnipresente virus del reality, se abstiene completamente de traer algo nuevo a la pequeña pantalla y no sorprende en su estructura ya que, después de tantos programas similares, todos conocemos a la perfección lo que puede brindarnos un espacio como este.

Actuaciones al margen, pocas de ellas realmente merecedoras del título al que aspiran, Top dance cuenta con un jurado entregado y ocurrente –que regala buenos momentos al público y a la audiencia–, un presentador equilibrado y algunos concursantes de verdadero talento.

A su lado más oscuro pertenecen los escarceos con la intimidad y los sentimientos, los sensacionalismos y ese áurea de espectacularidad que va en busca de una trascendencia que nunca le será propia a un espacio televisivo. Es decir, que ya suena cansina la frase de que lo mejor que le ha pasado a alguien es pasar un casting de talentos y competir en el programa. Y lo mismo, en negativo, también sirve.

Como apunte, desconcierta un plató tan lleno de distracciones –luces, pantallas, imágenes y colores– cuando lo que de verdad interesa son las actuaciones y, en ese sentido, todo debería estar diseñado para resaltarlas y no para eclipsarlas. Lo mismo ocurre con una realización que, por lo menos en las galas iniciales, se va del plató en plena actuación para visitar a los familiares que están viendo el programa desde la sala anexa.

Con las salvedades ya expuestas y algún que otro desajuste en el minusvalorado sentido del buen gusto estético, Top dance atrapará a aquellos que se sepan presa fácil de estos formatos y, especialmente, a las adolescentes que se inclinan por la música y el baile. El resto puede pasearse por el plató de Manel Fuentes y quedarse, si no tiene nada mejor que hacer.

Firma: Mar Pons