Vive cantando

Vive cantando intenta ofrecer una visión alegre y positiva de la superación personal, de las segundas oportunidades y de los reveses de la vida. Pero esto es televisión comercial y, como tal, el drama, que se presenta con intensidad (por lo menos en el primer capítulo), pasa a ser comedia sin que intervenga un pestañeo y el denominado género musical, no es tal. A menos que una canción de karaoke de vez en cuando sirva para enmarcar dicha serie en este género.

Así las cosas, hay que tomarse esta ficción como lo que es, un intento de positivismo televisivo en una época de crisis. Quizá es un buen intento, pero hace falta distanciarse para no acabar engullido por por unas tramas que apuntan, con descaro, directamente al corazón.

Desde el punto de vista formal, Vive cantando mantiene el tipo de una ficción razonablemente bien hecha. Sin intentos de sorprender ni de impresionar, el ambiente de barrio se consigue a través de una filmación convencional.

También los personajes entran dentro de lo habitual (televisivamente hablando). Aunque provoca una cierta decepción comprobar, una vez más, esa incapacidad recurrente para dotarles con un mínimo de personalidad diferente a lo que ya estamos acostumbrados. El reiterado empeño por cautivar a las diferentes generaciones para que vean el mismo producto, acaba siendo el motivo por el que todas las series parezcan iguales. Desde la “ingenuidad” de los menores, hasta el carácter agrio de la tercera edad, pasando por unos adolescentes acomplejados y unos adultos inmaduros, son clichés que se llevan desarrollando de la misma forma desde Médico de familia, salvando las distancias.

El reparto, en su mayoría, cumple con solvencia y, por esta vez, el espectador se libra de esas caras bonitas incapaces de transmitir emoción alguna. Pero ésto poco importa si el papel que se interpreta no da juego para demostrar las aptitudes del actor. El reparto coral, como siempre, ayuda a diversificar los intereses, a distraer el intelecto y a entretener al espectador para que no profundice más allá de lo necesario para comprender una trama centrada en los sentimientos.

La historia se resuelve en un barrio sencillo, con sus gentes igualmente sencillas y sus intereses corrientes. Lo mismo que en tantas otras ficciones, el costumbrismo hace gala de estereotipos -de personajes y tramas- creados por y para la televisión que, de tanto repetirlos, ya forman parte de la cultura de nuestro país.

Este producto de Atresmedia es un universo de ficción donde los protagonistas buscan nuevas oportunidades para enmendar sus vidas. Con las prisas para presentar todas las tramas y convencer al espectador de que debe volver la semana siguiente se atropellan los acontecimientos, se prohibe la espera, se colma la impaciencia, se ignora la sutileza y se da más de lo que se debe en cada capítulo. Otro error que pasará factura en las próximas entregas y que acabará por deformar un guión que podría haber dado más de sí.

Firma: Mar Pons